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2005/11/28 06:00:00 GMT+1

Los árbitros, sin red

De viaje por las frías tierras del norte y centro peninsular -del norte al centro, en concreto-, ayer sólo pude poner la vista encima a un partido de fútbol, y no completo. Parece que tuve a los dioses de mi lado y que el partido en cuestión fue el mejor de la jornada, con diferencia.

Lo del Barça es, sin duda, un espectáculo de otro género.

Pero no voy a eso, sino al asunto de los malditos penaltis y demás materia de polémica. En el Barça-Racing hubo dos faltas máximas. La primera no la vi, aunque oí comentar que había resultado muy dudosa. La segunda me pareció discutible. En realidad, casi todos los penaltis acaban resultando discutibles, porque a los árbitros se les exige que aprecien si ha habido o no «intencionalidad» en la presunta infracción. Terreno resbaloso donde los haya, porque obliga a indagar en cabeza ajena. ¿Cómo puede tener la certeza de que el jugador ha hecho tal movimiento a propósito, con desprecio voluntario del reglamento, y no para protegerse de un balonazo o con el ánimo de jugar legalmente la pelota? La mayor parte de las veces es imposible saberlo. O la norma es objetiva, y se juzga el hecho con independencia de la intención que pudiera tener quien lo ha realizado, o las posibilidades de errar son altísimas.

Oí por la radio que en otros campos también se habían sancionado penaltis «discutibles». Lo cual no tiene nada de particular, por las razones arriba expuestas.

Hace tiempo que he dejado de asombrarme por el altísimo riesgo de error que presenta el sistema de arbitraje aplicado al fútbol. Antes me pasmaba que un supuesto deporte en el que están en juego cantidades de dinero tan astronómicas se hallara al albur de tantas y tan arrastradas contingencias humanas. Se reclama de los árbitros que vean demasiadas cosas a la vez. En algunos casos, a ellos o a sus auxiliares se les exige que vean lo que es físicamente imposible ver, porque no se puede dirigir la vista simultáneamente a dos puntos distantes entre sí (ciertas jugadas de hipotético fuera de juego, muy especialmente). Considerando todo lo cual, uno -si es tan ingenuo como yo suelo serlo- se pregunta por qué no se utilizan técnicas arbitrales mucho más fiables. Por ejemplo, por qué no hay más árbitros principales sobre el césped. Y por qué no hay un equipo de árbitros de mesa que contabilicen el tiempo efectivo de juego, como se hace en el balonmano y en el baloncesto. Un equipo de jueces que, convenientemente pertrechados con aparatos de grabación, puedan también repasar lo ocurrido en determinadas jugadas, asesorando de este modo a los árbitros de campo y ayudándoles a tomar una decisión más justa.

Ya digo que antes cometía la ingenuidad de preguntarme por qué no se cambia el reglamento arbitral para sacarlo del siglo XIX y plantarlo en el XXI. Ahora ya lo sé. Me consta que prefieren que haya un sistema arbitral aparatosamente falible. Para que falle. Porque de ese modo la polémica, la pasión y la bronca están aseguradas, y eso conviene al espectáculo. O sea, da dinero. Hágase la cuenta de los infinitos espacios deportivos (o sea, de fútbol, casi exclusivamente) de la radio y la televisión y súmense los ríos de tinta de la prensa especializada. ¿Con qué iban a llenar todo eso si se les priva de las polémicas sobre los árbitros, sobre sus tonterías, sobre sus filias y sus fobias, sobre sus ataques de garzonitis (de vedetismo, quiero decir) y sobre sus constantes patinazos?

El circo tiene sus leyes. Y una de ellas es la carnaza. Desde que se generalizó el uso de redes de protección, los números de trapecio dejaron de emocionar. No quieren que les suceda lo mismo con el fútbol.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (28 de noviembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de noviembre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/11/28 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2005 fútbol apuntes | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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