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2004/09/09 06:00:00 GMT+2

Le llaman Ibarra

Acabo de repasar lo que publican hoy los periódicos sobre los exabruptos del presidente de la comunidad autónoma de Extremadura.

Me he leído las resmas que los unos y los otros han dedicado al asunto y me he aburrido muchísimo, porque ya me lo sabía.

Lo único que ha acabado por llamar mi atención es el empeño que ponen en llamarle «Ibarra». No Rodríguez Ibarra, sino Ibarra a secas. Todos.

Es curioso.

La primera explicación que uno encuentra a ese unánime desdén por el primer apellido del caballero es que, si no le identifican como Rodríguez, es porque el apellido resulta demasiado común. Según eso, se le llamaría Ibarra para distinguirlo.

Pero esa razón no vale. Su Rodríguez es tan vulgar como el del que fue portavoz de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez, al que nunca se le conoció por su segundo apellido. El García de José María García tampoco es más singular, ciertamente. Ni el Ramírez de Pedro J. Ni el Vázquez del defensor de Juan Carlos Rodríguez, el alcalde coruñés. Si él hubiera optado por esconder su primer apellido, sea tras una inicial (caso del periodista de El País Luis Rodríguez Aizpeolea) sea haciéndolo desaparecer por completo (caso del filósofo Fernando Fernández Savater), se entendería. Pero no es el caso.

Cabría argumentar que a los otros antes citados no se les conoce por el segundo apellido porque ellos mismos lo han dejado en la reserva. Pero tampoco esa explicación resulta convincente. Obsérvese que a los árbitros de fútbol -a todos los árbitros (o ex árbitros), sin excepción- se les llama por los dos apellidos, incluso cuando el primero es poco común y el segundo no. (V. gr.: Pes Pérez.) Los Fernández Ordóñez -con la parcial excepción de Miguel Ángel, al que a veces llaman «Mafo», quedándose con las iniciales, como al Bush de Florida- también han sido citados siempre por los dos apellidos, como el Fernández Tapia, el Fernández Flórez y tantos más.

Ha habido también casos de políticos a los que algunos diarios han querido que fueran conocidos por el segundo apellido -más que nada para ganar espacio en los titulares-, pero sin éxito, porque las radios y las televisiones no les han secundado. Fue el caso del políticamente extinto Francisco Álvarez Cascos. Es verdad que los amigos le llaman Paco Cascos, pero se ve que no tiene muchos amigos, porque la idea no cuajó. Aparte de que lo de Cascos se prestaba a chistes fáciles, tratándose de alguien que los tiene tan ligeros.

Retomando el inicio del asunto: ¿por qué los medios de comunicación identifican a Juan Carlos Rodríguez Ibarra por su segundo apellido?

Supongo que es uno de esos misterios insondables que tiene el alma humana, doblemente insondables cuando se trata del alma humana celtibérica.

Llegado a tal punto, me pregunto si habré de decir algo sobre el discurso que se soltó este hombre en los actos oficiales del Día de Extremadura.

Supongo que no. Para qué.

Un solo comentario sobre algo que dijo y que no he visto (ni oído) en demasiados medios.

Tras ponerse morado de criticar los «blasones» -para él ridículos- que unas y otras comunidades autónomas tratan -dice- de desempolvar, fue el tío y se descolgó reivindicando... ¡que el monasterio de la Virgen de Guadalupe deje de depender de la archidiócesis de Toledo y pase a la jurisdicción eclesial de Extremadura!

Ésa sí que es una reivindicación como Dios manda. Un blasonazo.

Cuando lo oí, llegué a pensar que este hombre no sólo es de coña, sino que además lo sabe. Que todo le da igual. Que actúa. Y que, si insiste en ese papel, es porque vive de él.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (9 de septiembre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de julio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/09/09 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: apuntes 2004 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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