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2004/05/16 06:00:00 GMT+2

El comité de sabios

Oí el pasado fin de semana en el magazine de la mañana de Radio Nacional una conversación, aparentemente inocua, sobre la denominación del Comité de sabios que ha nombrado Rodríguez Zapatero para que elaboren una propuesta de reforma de Radiotelevisión Española. Alguien -no recuerdo quién- apuntó que esa utilización del término «sabio» es un barbarismo. Supongo que estaría pensando en el francés sage: en Francia suelen formar comités de sages para que dictaminen sobre asuntos complicados. Pero sage (aunque procede del latín sapius, igual que el castellano sabio) se refiere más a la sensatez que a los conocimientos científicos.

«Entonces, ¿qué término sería el más apropiado para este caso?», planteó, como si se tratara de un asunto de mera precisión lingüística. «¿Comité de expertos?», se preguntó. Y se respondió con aparente candor: «No, porque experto viene de experiencia, y los miembros de este Comité no tienen ninguna experiencia en el trabajo televisivo».

Fue un modo un tanto jesuítico, pero eficaz, de denunciar uno de los problemas principales que presenta el comité en cuestión: con la excepción parcial de Enrique Bustamante, que es un conocido (1) estudioso de los medios audiovisuales, y la aún más parcial de Fernando González Urbaneja, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, sus integrantes no tienen más experiencia en la materia que la que acumula todo aquel que se sienta de vez en cuando delante de la pantalla de un televisor (2) y reflexiona sobre lo que ve.

Parece poco probable, por no decir imposible, que ese grupo de intelectuales pueda emitir un dictamen que vaya más allá de algunas generalidades y enunciados de principio. No veo cómo podrían arreglárselas para establecer las vías prácticas y los medios técnicos necesarios para su realización. Y todos los que tenemos alguna experiencia en organización sabemos que señalar las metas pero no fijar el camino y proporcionar los medios para alcanzarlas es lo mismo que no hacer nada.

Por lo que llevo oído hasta ahora sobre el asunto, aunque parezca que todo el mundo habla de lo mismo, se perciben dos centros de preocupación diferentes, aunque conexos. Uno se refiere a la conversión de la radiotelevisión pública en un instrumento informativo y formativo no partidista y situado en unos niveles de dignidad cultural aceptables. El otro apunta a la necesidad de sanear los presupuestos de RTVE y acabar con el agujero negro de su deuda, que se acerca a los 7.000 millones de euros o, como les gusta decir, «al billón de las antiguas pesetas» (3).

Entre lo uno y lo otro hay mucha relación. En parte, bien visible: si se decide suprimir la inserción de publicidad comercial en las dos cadenas públicas de televisión, los ingresos disminuirán de manera muy considerable y, del mismo modo, si se decide realizar programas más ambiciosos, subirán los gastos. Evidente.

Pero, antes de plantearse esos asuntos, conviene no olvidar que lo más gravoso del déficit acumulado por RTVE, según cuentan los que saben de esto, no procede de lo que se gasta en la programación, sino de lo que se precisa para la cobertura de la financiación exterior del gasto, esto es, de los intereses de los créditos con los que se ha ido afrontando el déficit. Qué duda cabe: si el Estado hubiera ido pagando sobre la marcha las pérdidas de RTVE, ahora las cosas serían muy diferentes.

Añadamos a ello que una parte importante del déficit que acumula TVE ha venido dada por la mala gerencia de sus recursos. Es realmente aberrante que una empresa que tiene miles de empleados bien preparados (y retribuidos) encargue tantos y tan caros programas a empresas ajenas. Bueno, relativamente ajenas, porque casi todas ellas pertenecen a personas vinculadas de un modo o de otro al propio Ente, aunque con cuenta corriente aparte. Con frecuencia, se encarga fuera lo que podría hacerse muy bien dentro y se alquila lo que ya se tiene. Entretanto, se paga por el mantenimiento de lo que se tiene y no se utiliza. Ateniéndose a esas pautas, es muy fácil acumular déficit. Muy fácil, muy gravoso para las arcas públicas y muy rentable para determinadas cuentas privadas.

Un miembro del Comité de sabios nombrado por Zapatero ha declarado que no han dedicado «ni un minuto» a discutir lo dicho por Miguel Ángel Fernández Ordóñez sobre la posibilidad de privatizar parte de RTVE. Me da que lo ha dicho como un modo de demostrar que ellos están muy por encima de esos pequeños asuntos empresariales.

Con ello ha demostrado que, en efecto, no tienen ni idea de lo que se traen entre manos. La economía de TVE y su conversión en un servicio público digno de ese nombre son dos asuntos diferentes, pero estrechamente relacionados. Antes de pensar en «rediseñar» lo que TVE proporciona a la ciudadanía es imprescindible hacer balance de los medios con los que cabría contar si se gestionara el negocio con decencia y buen sentido. Sólo después de sanear lo que hay cabe determinar lo que podría hacerse.

En TVE no hay de un lado un problema de adecentamiento político-ideológico, que corresponda estudiar al Comité de sabios, y del otro un determinado caos económico, que habrán de analizar los técnicos. Las gravísimas dificultades económicas provienen de una gestión volcada en la obtención simultánea de beneficios políticos partidistas y de réditos económicos particulares. De los unos y de los otros. El mismo establishment que creó el desastre trata ahora de aprovecharlo para justificar la liquidación de una radiotelevisión pública que, de estar bien organizada y bien regida, tendría toda la razón de ser.

La idea que se está tratando de difundir, como si fuera una evidencia, es que RTVE, para ser políticamente imparcial y culturalmente digna, ha de convertirse en una cosa pequeña, modosita y barata (y, claro está, muy minoritaria). Para lograr lo cual, obviamente, sobran las tres cuartas partes de los medios materiales y humanos con los que cuenta en la actualidad.

Al Comité de sabios le han asignado la tarea de proponer el modelo. Y me temo muy mucho que, unos sin querer y otros queriendo, acabarán proponiendo el modelo que les interesa a los poderosos para lograr una vez más sus fines.

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(1) No tan conocido, a lo que parece. Algunos periodistas siguen refiriéndose a él llamándolo Emilio Bustamante, error en el que incurren porque copian su nombre de la referencia del BOE que dio cuenta de su nombramiento. El BOE incluyó esa errata y ellos la reproducen, demostrando que no saben de quién hablan.

(2) Aunque depende. Yo paso no pocas horas semanales delante de la televisión, pero no creo que haya estado en lo que va de año ni una sola hora viendo la programación de La Primera de TVE, excepción hecha de las imágenes -que no el sonido- de algunos partidos de fútbol. Caso similar es el de un miembro del «Comité de sabios» quien, según cuenta El Mundo, ha reconocido en privado que no ve nunca la televisión.

(3) Esto de «las antiguas pesetas», además de ser un aburrido tópico, para mí que se ha convertido en un modo de despistar al personal. Se toma como referencia la paridad de la peseta en el momento de su desaparición. Yo soy un desastre en materia de economía, pero me da que, de seguir existiendo, la peseta ya no valdría lo mismo, así fuera sólo como efecto de la inflación. De lo cual deduzco que la equivalencia sólo sería significativa si se mantuvieran los salarios y los precios de entonces, pero que, como tal cosa no ocurre, hacer esas conversiones en pesetas de los precios de hoy no sirve para gran cosa. ¿Me equivoco? Espero noticias de los sabios en esta materia.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (16 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/05/16 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: apuntes 2004 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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