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2002/12/29 06:15:00 GMT+1

«Consulte a su farmacéutico»

Nunca hay que cantar victoria antes de tiempo.

Me habían pronosticado que este año me asaltarían los catarros y gripes con mucha facilidad. Porque he dejado de fumar. La explicación es plausible: el fumador tiene una capa de porquería que envenena su sistema respiratorio pero que, a la vez, lo protege de los agentes externos. Cuando uno deja de fumar, esa capa se va desmoronando, dejando al descubierto partes del organismo nada acostumbradas a relacionarse directamente con la atmósfera. Víctimas propiciatorias de virus, bacterias y demás bichitos.

¡Estaba yo tan contento! Se había acabado el otoño, estábamos ya en invierno, y de catarros y gripes... ¡nada de nada! ¡Yupi!

Hasta el martes pasado.

Empezó suave, fue a más, a más, a más... y, en fin, un desastre. Lo típico: fiebre, mocos, tos, articulaciones doloridas...

Al principio, tratando de cortar por lo sano y dando rienda suelta a mis tendencias pasablemente histéricas, me atiborré de paracetamol. Logré controlar más o menos los síntomas de la gripe pero, a cambio, me hice polvo el estómago. Sometido ayer a esa contradicción (¿ataco los síntomas de la gripe o mejoro mi estómago?), le pedí a Charo que fuera a la farmacia y tratara de comprarme un antigripal en supositorios, que no actuara a través del estómago. Algo tipo Hubergrip.

Me llama al cabo de un rato.

-No tienen ni Hubergrip ni nada parecido... Dice la farmaceútica que, si los antigripales tomados vía oral te atacan el estómago, te tomes algo para el estómago. Y que, si tienes fiebre, lo mejor es que tomes un antibiótico.

-¿Te ha dicho eso?

-Sí.

-¡Pero si tratar una gripe con antibióticos es una barbaridad! ¡Es como matar moscas a cañonazos!

-Ya.

-Anda, déjalo.

Recordé la recomendación de los anuncios: «Consulte a su farmeceútico». Siempre me había choteado del consejo diciendo: «Yo no tengo ningún farmacéutico en propiedad». Ahora sé que la cosa es peor: hay farmacéuticos que, con tal de vender y sacarte la pasta, cualquier cosa.

Admito, de todos modos, mi admiración por la desenvoltura que se precisa para decir: «Pues si ese medicamento le fastidia el estómago, que se tome otro para el estómago». Me recordó al tío que cita Groucho Marx al final de Una noche en la ópera, al que presenta como «inventor de los macarrones rellenos de bicarbonato, que dan y quitan el ardor de estómago al mismo tiempo».

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (29 de diciembre de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de enero de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/12/29 06:15:00 GMT+1
Etiquetas: 2002 diario salud jor | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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