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2004/02/05 06:00:00 GMT+1

Cayetana

Me telefonea mi buen amigo Gervasio Guzmán.

-¿Qué sabes de lo de Cayetana?

-Lo mismo que tú, supongo. Que existía el rumor ése del que habla hoy El Mundo. Nada más.

-¿Y quién te lo contó?

-Da igual, porque quien me lo contó lo único que conocía era el rumor. Ya sabes cómo son los mentideros de Madrid. Todo el mundo sabe todo de buena tinta, pero nadie tiene en realidad ni puta idea. Si vieras la cantidad de historias falsas de buena tinta que he oído a lo largo de los últimos 25 años...

-¿Tú crees que esa historia no es verdad?

-Creo que es totalmente falsa.

-¿Por qué?

-Porque ninguno de los dos nació ayer. Es posible que Aznar tenga algún lío, pero dudo mucho que, de ser éste, nos hubiéramos enterado. Hay personas especializadas en esas materias, que cobran un pastón por proporcionar a los very vips la infraestructura necesaria para que puedan materializar discretamente sus amoríos y que guardan el secreto como muertos, porque les va en ello el negocio. Lo único que he aprendido relacionándome con los mentideros capitalinos es que están integrados por gente que se pasa el día cotilleando por el gusto de cotillear, sin fundamento ninguno.

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Según hablaba con Gervasio, me fui acordando de las veces -pocas- que a lo largo del tiempo me he enterado realmente, de primera mano, de alguna historia de este género. En cierta ocasión supe del caso de un muy viejo y muy popular político que tenía una amante a la que había puesto piso, cual si fuera un fabricante de telas de Sabadell. La visitaba puntualmente una vez por semana. Supe de la historia porque conocí a una vecina de la mantenida. Había la posibilidad de hacerse con todos los detalles, de fotografiar a la joven en cuestión, al caballero entrando en la casa a hurtadillas, etcétera.

La aventura burocrático-galante me habría interesado menos que nada de no ser porque el político de marras tenía entre sus especialidades la de echar unos rollos interminables sobre las virtudes de la familia cristiana, el deber de fidelidad de los cónyuges y no sé cuantas patochadas más. Era un hipócrita de marca mayor y me pareció que desenmascararlo constituía un apetecible acto de profilaxis social. Pues bien: ofrecí la historia a los jefes de una revista especializada en mezclar las denuncias políticas con la generosa exhibición de culos y tetas. Me mandaron a la mierda. «Don Fulano tiene un enorme prestigio», me dijeron. «¡Pues por eso, precisamente!», respondí yo.

No hubo nada que hacer. Me quedé con mi historia en el bolsillo.

Apuesto a que, si alguien tuviera las pruebas de una aventura secreta de Aznar, no se dedicaría a contarla en charlas de barra de bar. La vendería a precio de oro.

Y probablemente sería el propio Aznar el que se la compraría.

Apuesto a que le mandaría el maletín del dinero con dos maromos que, de paso, le partirían las piernas. Para que se fuera enterando.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (5 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/05 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: apuntes 2004 | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Jajajajaja,todavía recuerdo cuando Aznar y su mujer tuvieron que ser indemnizados por TELE-5 cuando se rumoreó de su presunta ruptura matrimonial,está claro que querían que el PP volviese a ser dirigido por ese caballero de triste figura,que,dicho sea de paso,ha sido único e irrepetible en la historia de España.

Escrito por: Sergio.2009/07/10 22:03:15.303000 GMT+2

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