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2005/12/31 06:00:00 GMT+1

Año nuevo

Ya está. Otro año más, el rito se cumple: la cena algo especial (tampoco demasiado), las malditas doce uvas (me pregunto si habrá alguien que no las odie), el cava, los besos de celebración... y mañana, los valses, culminados con la inevitable (y divertida, por lo menos para mí) Marcha Radesky. (Me viene a la memoria en dos circunstancias singulares: la primera, cierto día en el que me tocó trabajar -el 1 de enero no hay periódicos, pero el 2 sí- y en la Redacción del diario estábamos sólo cuatro gatos resacosos, que acompañamos la marcha con sonoros golpes sobre las mesas; la segunda, un día de año nuevo que hube de pasarlo al volante, entre nieves, circulando por carreteras vacías con rumbo norte. Fue hermoso.)

Recuerdo que, cuando era niño, tras las uvas resultaba obligatorio que sonara el pasodoble Suspiros de España, que siempre radiaba la Ser tras las campanadas. Así que me hice mayor, y a modo de venganza, durante años hice sonar justo en ese momento las notas del Bread and Roses, el bellísimo himno rojo y feminista que Oppenheim y Coleman escribieron en 1910.

Luego me hice más crítico todavía, y decidí que no venía a cuento ponerse solemne tal día y a tal hora, a plazo fijo. Ni rojo, ni azul, ni lila. Sin tener nada en contra de las solemnidades, en general, me dije que es mejor que cada cual se las monte el día y a la hora que lo tenga a bien, cuando le salga del corazón, si le sale, y no porque lo mande el calendario.

Situado en esa órbita, no tengo la costumbre de enviar felicitaciones de Navidad, ni de fin de año, ni nada por el estilo. Recibo muchas, y además las agradezco -cuando me consta que son sinceras, claro-, pero yo no las mando. Aliento la esperanza de que la gente a la que quiero no necesite un mensaje específico en una fecha prefijada para creer en mis mejores deseos.

En todo caso: mi sincera gratitud a los muchos y las muchas que durante estos días me habéis deseado felicidad. Os deseo lo mismo. De verdad.

Y espero que no seáis tan cenizos como yo, que todos los años en tal día como hoy, a las 12 en punto de la noche -que, sabedlo, coinciden con la primera de las campanadas; no con la última-, me da por pensar aquello de: «Un año más, otro año menos.»

Que era el sentido de la inscripción que solía figurar en muchos relojes de sol: «Vulnerant omnes, ultima necat». Todas hieren; la última mata.

Javier Ortiz. Apuntes del natural (31 de diciembre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de diciembre de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2005/12/31 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: música apuntes 2005 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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