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2007/08/01 13:14:28.514000 GMT+2

La plaga turística

Anuncié ayer que tenía la intención de ir a darme un chapuzón refrescante a alguna zona costera de la isla de Tenerife (en la que me encuentro por razones laborales, pero que me dejan algún tiempo libre). Finalmente fuimos con algunos familiares y amigos a la zona de Garachico, donde aún quedan pequeñas terrazas a la orilla del mar en las que es posible comer pescado fresco a precio razonable tras haber nadado un rato.

Tras una muy agradable y festiva comida, durante la cual la brisa del mar nos alivió de los terribles calores por los que atraviesan las Canarias en estos días, hube de buscar unos aseos en condiciones para realizar determinadas tareas naturales que no es preciso detallar. No fue fácil alcanzar el objetivo, porque los primeros WC que encontré sólo invitaban a poner tierra de por medio a la mayor velocidad posible. Tras un cierto examen de los alrededores, hallé un excusado limpio en el que completar mis propósitos en condiciones de higiene bastante aceptables. Pero, claro, para justificar la maniobra, hube de pedir una consumición y hacerme pasar por cliente.

La señora que atendía la barra mostraba una amabilidad generosa, tal vez un pelín excesiva, que le llevaba a proporcionar constante conversación a la parroquia. Al poco de llegar yo, derivó su monólogo hacia el más reciente y persistente de los incendios que asolan la zona. El de referencia afectaba –tal vez siga afectando– a una zona en la que, por lo visto, hay una ermita que los nativos tienen en gran estima.

–Está quedando todo aquello destrozado –dijo–, pero, bueno, a fin de cuentas, nosotros podemos soportarlo mejor, porque estamos aquí todo el año. Pero es una pena la impresión que pueden llevarse los turistas…

Me quedé perplejo. Para mí, el comentario lógico habría sido el contrario: “Al turista se le puede chamuscar la excursión del día, pero eso no es tan grave; lo peor es el desastre que nos queda a nosotros para todo el año”.

Lo comenté con un compañero de viaje canario y no se mostró sorprendido.

–Es mucha la gente canaria que cree que el turismo nos aporta muchísimo más de lo que en realidad nos trae. No se da cuenta de que los ingresos que producen buena parte de los viajes se los quedan los tour operators foráneos, extranjeros o peninsulares, y que mucho de lo que consumen los turistas cuando están aquí son productos de importación, que apenas dejan margen de beneficio a los comerciantes locales. Descuenta a eso el destrozo que los hoteles y urbanizaciones están haciendo en nuestras costas y los gastos de infraestructuras que nos causan: el agua que nos falta, la sanidad, los desperdicios… De bicoca, nada.

Yo añadiría a ese balance nada animoso el gasto moral que produce el avance del servilismo. El que se deriva de quitar importancia a lo que uno mismo padece todo el año y a sobrevalorar la mala impresión que puede llevarse el turista por esto, por lo otro o por lo de más allá.

No es fácil determinar qué tiene de turismo y qué de plaga.

Nota de edición: Javier publicó una columna que trata el mismo asunto en El Mundo: Turismo y plaga.

Escrito por: ortiz.2007/08/01 13:14:28.514000 GMT+2
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