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2006/02/25 06:00:00 GMT+1

Garzón, el repollo

Oí ayer a Baltasar Garzón, entrevistado tras el acto de presentación de otro libro (que, para no discriminar a los anteriores, tampoco leeré). Se le notaba incómodo. Para mí que los últimos rumores y expectativas le han pillado con el pie cambiado. Él tenía previsto que este regreso suyo de los Estados Unidos se viera rodeado de grandes alharacas, aclamado como estrella de las estrellas y, en especial, como gran teórico de la identidad entre nacionalismo y terrorismo (ambos vascos, por supuesto). Sin embargo, con lo que se ha encontrado es con que sólo los jefes del PP –los de la Guerra de Irak y la defensa de Pinochet– han acudido a reírle las gracias.

Garzón nunca ha sido un buen orador. Es ésa una deficiencia muy común que no importa gran cosa cuando quien habla se propone decir algo con peso específico suficiente, pero que chirría mucho cuando es obvio que el individuo en cuestión no tiene nada que decir, o peor todavía: que tiene mucho que callar. Entrevistado ayer para el informativo de Gabilondo en el canal Cuatro, lo que más llamó la atención fue la pelea que emprendieron en el rostro del juez su mirada huidiza y su verbo inconexo, como si ambos trataran de rivalizar en patetismo ante las cámaras. (Combate nulo: ambos se mostraron igual de ausentes.)

Según le veía pasar el trago, le entendí. (Entender no equivale a simpatizar, como tantas veces he tenido que explicárselo a él y algunos de sus próximos cuando hemos hablado de ETA).

Entendí su drama. Garzón es un hombre con muchas limitaciones que se vio elevado a las glorias del estrellato porque se subió –o se dejó subir– a una ola que parecía destinada a servir de decorado a una postal playera. Algunos dicen que apostó fuerte. Lo cierto es que puso una vela en el altar de Mayor Oreja y otra en el de Polanco. Tiró su moneda al aire convencido de que, si salía cara –¡vaya cara!– le tocaba Polanco, y si cruz –¡qué cruz!– Mayor Oreja. ¡Ganaba de todas, todas!

Nadie le hizo ver que, cuando se lanza una moneda al aire, hay una tercera posibilidad, por improbable que resulte: que la moneda caiga de canto.

He dicho –y confío en que alguien lo recuerde, si falta hiciera recordarlo– que no tengo puestas ni mucho menos mis mayores esperanzas en la posibilidad de un acuerdo que propicie la pacificación y la normalización de Euskadi. Eso, en el supuesto de que creyera que la sociedad vasca, o cualquier otra, pudiera «pacificarse» y «normalizarse» de manera más o menos seria, y no digamos definitiva. Ahora bien, de ocurrir algo parecido a eso –de desaparecer ETA del panorama, más en concreto–, me planteo –no sin un cierto alborozo sádico, para qué negarlo– a qué narices podrán dedicarse los muchos, muchísimos, que a lo largo de las últimas décadas se han dedicado a vivir de/contra/sobre/gracias a ETA. Me refiero a toda esa intemerata de agitadores, periodistas, jueces, fiscales, políticos, ensayistas, arrepentidos y otros beneficiarios de prebendas varias que no hablan más que de eso, no porque de eso sepan, sino porque han conseguido que la gente se piense que saben de eso, y que por ello, y nada más que por ello, merecen tener unos cargos y unos sueldos de aquí te espero.

¿Alguien se imagina a un Garzón sin ETA? Sería como un repollo sin vinagre.

Bueno, lo del repollo él lo garantiza, hasta en el peor de los casos.

Escrito por: ortiz.2006/02/25 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: garzón pp irak polanco oreja pinochet la-cuatro eta gabilondo | Permalink | Referencias (1)

Referencias

...ETA? Sería como un repollo sin vinagre. Bueno, lo del repollo él lo garantiza, hasta en el peor de los casos. Javier Ortiz. Garzón, el repollo. Apuntes del natural. 25 de febrero de 2006. Remitente:&nbs...

Referenciado por: Garzón, el repollo - Desde Jamaica 2010/02/22 22:11:13.082000 GMT+1