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2016/02/08 16:18:26.306011 GMT+1

¡No es grave!

 

Navidades de 2015, en un teatro municipal. J. y yo asistimos a una representación teatral de Blancanieves. Se trata de una compañía italiana que innova en la escenografía pero se ciñe a la versión clásica. J. queda muy impresionada cuando la madrastra manda asesinar a Blancanieves y se come lo que cree sus vísceras. Le da miedo, quiere irse. Yo trato de calmarla y explicarle la obra. Al final disfruta algunas partes, no entiende otras y critica la necesidad de quemar los pies y acabar matando a la malvada bruja.

Hace algunas primaveras, Plaza de las Palomas, J. y yo sentados en el suelo junto a muchos otros niños y niñas acompañados de sus padres. En el teatrillo de guiñol desfilan desahucios, policías que hacen detenciones injustas, palos...Hay distintos niveles de comprensión (adultos y niños, muchos más de dos), cosas que explicar, una gramática de la representación que está en la cultura de los niños y mensaje político.

El Retiro una mañana de primavera, ante cualquier guiñol callejero, o en una biblioteca municipal antes de la crisis. Ahí está el títere de cachiporra -PIM PAM PUM- dejando personajes secos en ese suelo imaginario de los títeres, bajo las cabezas ocultas de los titiriteros. Una teatralización de la violencia que bien podría entenderse como antecedente de la violencia cómica de los dibujos animados ¿recuerdan al Coyote explotando en mil pedazos con dinamita ACME?

Febrero de 2016. J. y yo volvemos a la Plaza de las Palomas (nombre popular de la Plaza del Canal de Isabel II, en Tetuán). Unas vecinas nos lo cuentan: no habrá representación, se ha liado gorda. El resto ya lo sabéis.

No incidiré aquí en lo que es prioritario en todo este embrollo propio de la mente de un creador total, y sin embargo tristemente real, puesto que otros lo han hecho ya muy bien: hay dos personas en la cárcel con tratamiento de terroristas por empuñar muñecos de trapo. España, 2016.

La obra que se empezó a representar aquel día en la Plaza de las Palomas había sido anunciada en el FB del carnaval para adultos, en el programa para todos los públicos y sólo en la página corporativa del Ayuntamiento de Madrid alguien había marcado al check de recomendada para niños.

No han faltado voces de la izquierda madrileña tildando de grave el error de programación. Grave se ha considerado, está claro, puesto que ha acarreado despidos fulminantes (cabezas de turco), denuncias institucionales a los titiriteros y disculpas públicas de la alcaldesa de Madrid, que también se ha preocupado en rueda de prensa por los pobrecitos niños que pudieron ver la dichosa obra, que ha definido como deleznable.

Todas las opiniones vertidas sobre el asunto, incluso las más enérgicas peticiones de libertad de los titiriteros, vienen acompañadas de la inevitable coletilla: la obra es mala o inadecuada, algo sorprendente dado que nadie la ha visto representada. Juicios de valor sin un conocimiento real para salvaguardar la propia imagen, un episodio más de este teatrillo de lo pusilánime y totalitario.

El complemento estrella de carnaval en los coles ha sido este invierno un sable de luz capaz de segar cabezas como quien sacude la caspa de una solapa y, siendo claro que la violencia no es lo anormal en la representación sino su contenido político, al sumarnos desde la izquierda a la aseveración de gravedad máxima del asunto estaremos admitiendo que a nosotros también nos parece terrible que a los niños estén presentes en las cosas de la política. Tan terrible como para que haya tribunales de orden público de por medio.

Y uno, que debe ser gilipollas o un padre desnaturalizado, no ve más alcance y gravedad al hecho que el de una carta al director del periódico o la petición airada de una hoja de reclamaciones. Me parece preocupante vivir rodeado de personas capaces de llamar a la policía cuando una obra de teatro no le parece adecuada. Estás en la calle, te quedas, escuchas, explicas o te vas.

Podríamos abrir un debate, sin duda interesante, acerca de si es lícito que se programen obras con marcado contenido político con dinero público. Una reflexión que podría llevarnos, por otro lado, a no representar nunca más en teatros municipales a Brecht o a Darío Fo. Tampoco, abro la espita, obras que ponen sobre la escena valores conservadores, como podrían ser las de Jardiel Poncela o tantos otros.

La obra representada el otro día por los titiriteros -hoy ya presos políticos- no estaba específicamente pensada para niños y la comunicación del Ayuntamiento fue cuanto menos confusa acerca de ello. Sin embargo, los aspavientos totalitarios con que se ha sacudido el asunto (desde la caverna hasta el propio Consistorio), recalcan el mal moral infringido a los niños y la extrema gravedad del hecho. Yo niego la mayor y, en todo caso, exhorto a los padres que llamaron a la policía a entregar sus armas de educadores si no son capaces de filtrar a sus hijos los contenidos que consideren más adecuados para ellos sin la ayuda de la Ley Antiterrorista.

He leído estos días que a los niños podría marcarles psicológicamente asistir a una obra así. Me recordaba Isa esta mañana, después de venir de paralizar un desahucio en el mismo barrio de la astracanada, que en el distrito hay niños marcados psicológicamente por desahucios vividos que se meten bajo la cama cuando oyen aporrear sus puertas.

Las asunciones de gravedad de unos me enojan, las de otros me apenan.

Escrito por: eltransito.2016/02/08 16:18:26.306011 GMT+1
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