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2018/03/09 17:02:12.319395 GMT+1

Estampas para ilustrar un cambio doloroso y cruel

Esta mañana, de lluvia dubitativa sobre Madrid, me fijé en una mujer sentada en el soportal de un cajero en Bravo Murillo. Una de esas presencias que adivinas recortadas de otro escenario, de esas mujeres –las hay más que hombres-, que podrías encajar mentalmente merendando tortitas con nata en el VIPS meses atrás. Abundan mucho en nuestras calles desde que crisis dejó de ser coyuntura para ser nosotros. Se miraba las manos, cuidadas durante años, sus uñas empezaban a estar ligeramente ennegrecidas. O eso me pareció.

Ayer mismo, volvía a casa y reparé en cómo se refugiaban de la lluvia en la entrada del garaje unos cuantos hombres. Reconocí a los borrachillos habituales del descampado, a uno de los padres que cuida el huerto urbano (en el propio descampado) y a un tipo de traje entallado. Su cara parecía inseparable de su peinado, perféctamente engominado, de ademanes acompasados a la sonrisa –con seguridad de curso de formación interiorizada-, gastaba peluco…El tipo, refulgiendo, explicaba a una chica enfrente suyo que “tenía que entrar en un piso de los que se quedó Bankia en su día”. En estos tenía posibilidad de estar más tiempo sin que la desalojaran. Va de lluvia y refugios. O eso me pareció.

Esta mañana querían echar a Marcia y a su familia de su casa. Cinco mujeres el día después de un 8M histórico se podían ir a la calle y el desahuciador era el Ayuntamiento del Cambio. Dos niñas de 2 y 9 años, un bebé de 15 días. Se dice pronto pero no es posible de digerir. Ellas viven okupando una vivienda de la Empresa Municipal de la Vivienda que llevaba años vacía, habían conseguido cierta estabilidad, empadronamiento, y tenían la esperanza de conseguir regularizar su situación.

Desgañitarse un rato contra las asesoras de Ahora Madrid –la concejala del ala crítica del Ayuntamiento del Cambio no se presentó- y negociar, ha permitido que el desalojo se aplace 25 cochinos días. Menos de un mes: poco para que se desanude la ansiedad, suficiente para que se encabalgue con el insomnio de la próxima fecha.

La compañera que ha negociado rompiendo después a llorar; la fragilidad de una bebé, agarrada fuerte por los brazos de su madre firmando el aplazamiento con la comisión judicial; el perfil de un edificio con áticos que venderán de lujo junto al solar con nuestros escombros en Ofelia Nieto 29; más y más cimentaciones donde hubo viejas casitas, que fueron borradas junto con el recuerdo de sus habitantes…

Imágenes que pasan frente a mí en el camino de vuelta a casa. Quién iba a sospechar, durante aquella clase de historia en el instituto, que los cadáveres del progreso eran tus vecinos. O eso me pareció esta mañana.

Al llegar a casa me he encontrado en el buzón de correo (electrónico) el aviso de que un partido político quería reunirse con nosotros, los vecinos de mi edificio, para tratar sobre “el tema de los okupas” y elevar el problema al pleno municipal. El problema es que mi calle es parte de ese mundo en el que el suelo se hunde a tus pies a un paso para emerger, lujosamente embaldosado, al siguiente. Camino del Madrid más caro, se dan situaciones de extrema desigualdad en el transcurso de unos pocos pasos.

 La señora mayor que anda despacito y vive en la casa de perfil panzudo abocada a la piqueta, la gente que okupa viejos pisos y unos cuantos bares latinos se solapan con gente que no puede permitirse vivir al final de la calle…pero querría.

En mi calle hay cierto menudeo y en un edificio de enfrente probablemente se pasa droga. En el inmueble también, es bien visible, viven familias –han pasado muchas durante los últimos años, algunas con críos-.

 En mi calle, parece, desde que se ha reactivado el mercado inmobiliario hay vecinos decididos a ejercer de delatores para que echen a los okupas, en alianza con Ciudadanos (sí, éste resultó ser el misterioso partido del correo) y Telemadrid, que lleva una temporada paseando su dedo señalador por la zona.

En mi calle hay vecinos que caminan deprisa y no miran a la cara a las personas que le salen al paso. Seguramente perdieron el contacto básico con la vecindad necesario para abonar la empatía. Son los del progreso y la clase media. O eso me pareció.

 

Escrito por: eltransito.2018/03/09 17:02:12.319395 GMT+1
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