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2013/09/27 19:45:21.429000 GMT+2

Horror en el hipermercado



"Qué ha visto, quiénes son esas personas, Esas personas somos nosotros, dijo Cipriano Algor, Qué quiere decir, Que somos nosotros, yo, tú, Marcial, el Centro todo, probablemente el mundo" La Caverna, José Saramago

El pasado fin de semana el África de nuestras pesadillas irrumpió de forma brutal en el sueño del África que emerge como nueva frontera del capitalismo global. Estos últimos días ambas compartieron un mismo escenario, un centro comercial, que pasó de ser un mercado aséptico y seguro a ser un espacio donde puede desplegarse el horror. En África, como en otras partes, el centro comercial simboliza la vía de acceso social a esa modernidad que se inserta en el espacio global. Aunque los índices de pobreza se han reducido en los últimos años (no así los índices de desigualdad), en Kenia la inmensa mayoría de los keniatas no puede permitirse comprar en malls, como el Westgate en Nairobi, que en la última década se han venido implantando con fuerza en el país. La forma que tienen de satisfacer sus necesidades básicas continúa siendo en los mercados y pequeños comercios informales.

Existe la tendencia a denominar como "clases medias" a las elites cosmopolitas que compran habitualmente en estos centros comerciales, por la similitud con los patrones de consumo de las llamadas "clases medias" occidentales, que se desarrollaron en un marco bien diferente, el de un modelo fordista que ya no existe. Lo cierto es que de momento este segmento se sitúa en la cúspide de la pirámide social y no representa más del 15% de la población (unos 6,5 millones de personas), según datos del Banco Africano de Desarrollo. Para esta elite el consumo de bienes "de lujo", de marcas globales como las que llenan las estanterías del Westgate, constituye un elemento esencial a la hora de definir su identidad, ya que les permite situarse de una determinada manera en el nivel local y codearse con los ex colonizadores blancos que hoy se presentan como expatriados. Aquí resulta útil la conceptualización que hace el antropólogo Mark Allen Peterson en su libro "Connected in Cairo" para referirse a las clases pudientes de Egipto:

"En otras palabras, el cosmopolitismo se concibe aquí como un conjunto de prácticas por medio de las cuales las clases altas egipcias y aquellas con la aspiración de ascender socialmente se construyen a sí mismas como elites transnacionales, cuyo control desigual sobre los recursos políticos y económicos del país se justifica por su modernidad, que a su vez se revela por su cosmopolitismo: su educación occidental, su  facilidad para moverse a través de las fronteras nacionales, su consumo de bienes transnacionales, y el despliegue general de determinados gustos en la música, la literatura, el cine, la moda, y las tecnologías que les distinguen de las masas.

Esta descripción es sin embargo engañosa, porque la reproducción de clase no se produce simplemente como consecuencia de fuerzas sociales fuera de su control. Se produce mediante la agencia de individuos y familias mientras luchan con el problema fundamental de cómo ser a la vez egipcio y moderno.
"

Un proceso identitario, una forma de gestionar las interconexiones entre lo global y lo local, que no puede ser sino ambivalente. Y que se ve alterada por otra muy diferente, salafista, que justamente busca abolir las referencias que embelesan a aquéllos. Cuando los islamistas somalíes de Harakat Al Shabaab Mujahideen deciden atacar un lujoso centro comercial en Nairobi -en la Somalia desgarrada por dos décadas de guerra no existe nada parecido- son plenamente conscientes de este aspecto y de su dimensión política. Según contó su portavoz militar el Jeque Abulaziz Abu Muscab a Al Jazeera, el centro comercial Westgate (que precisamente significa la puerta de Occidente):

"Es un lugar donde turistas de todo el mundo vienen a comprar, donde se reúnen los diplomáticos. Es un lugar donde los que toman decisiones en Kenia vienen a relajarse y a disfrutar. Westgate es un lugar donde hay tiendas estadounidenses y judías [N.T.: el propietario del centro es israelí]. De modo que tenemos que atacarles.

Sobre las muertes de civiles, Kenia debería preguntarse primero por qué bombardean a los civiles inocentes de Somalia en los campos de refugiados, por qué bombardean inocentes en las regiones de Gedo y Juba [Jubaland]. Eso es lo que deberían preguntarse primero."

En octubre de 2011 el gobierno de Kenia decidió, de manera unilateral, intervenir militarmente en Somalia para contrarrestar la expansión a su Provincia Nororiental -de mayoría somalí y donde se sitúa el campo de refugiados de Dadaab- del islamismo de Al Shabaab. Tras la independencia de Kenia, la Provincia Nororiental surgió como una entidad administrativa donde predominan las etnias somalíes y ha venido sufriendo una historia de empobrecimiento, represión y abandono administrativo, así como periódicas insurgencias. El pasado mes de septiembre las fuerzas keniatas tomaron el puerto de Kismayo, culminando una serie de avances en el área fronteriza del sur de Somalia conocida como Jubaland (región que había sido entregada en 1925 por los británicos a la Italia fascista, separándola de los territorios orientales de la actual Kenia). Desde entonces el gobierno de Kenia promueve, mediante la cooptación de líderes militares locales, la constitución de Jubaland como un territorio semi-autónomo que funcione como estado tapón. Un proceso que molesta tanto a Al Shabaab como al denominado Gobierno Federal de Somalia. No obstante, Al Shabaab sigue controlando aproximadamente una gran porción del territorio.

La cruenta toma y posterior asedio del centro comercial Westgate dejó al menos 61 civiles, 6 soldados y 5 asaltantes muertos. El impacto en Kenia de tan traumático episodio es incierto, especialmente en la Provincia Nororiental. Habrá quien plantee un conflicto entre la modernidad (quienes consumen como nosotros) y la barbarie (personificada en el Islam o en los somalíes, o en los africanos, según quién hable). Pero las cosas nunca son tan simples.

Uno de los "que toman decisiones en Kenia", posible cliente del Westgate, es el trajeado presidente Uhuru Kenyatta, quien utilizará este hecho para rehabilitar su imagen y reforzar su gobierno. Dentro del citado 15%, Kenyatta forma parte de un grupo aún más selecto, pues no en vano es uno de los hombres más ricos de África. Hijo del líder de la independencia, Jomo Kenyatta, también está apoyado por el establishment del antiguo dictador Daniel Arap Moi y por parte de la comunidad kikuyu, de la que procede. Pero la Corte Penal Internacional le acusa de crímenes contra la humanidad por su supuesta implicación en la violencia postelectoral de 2007-2008, cuando se habría servido de determinados miembros de la secta kikuyu Mungiki para atacar a los partidarios luo de Raila Odinga. Modernidad y barbarie no siempre son conceptos antagónicos. A veces comparten espacio en los anaqueles.

Escrito por: Samuel.2013/09/27 19:45:21.429000 GMT+2
Etiquetas: westgate kenia al-shabaab modernidad barbarie somalia | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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