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2009/04/21 09:50:6.636000 GMT+2

Estado de naturaleza

Varios blogs recomiendan la lectura de un reportaje sobre Somalia, publicado en la versión española de la revista conservadora Foreign Policy y escrito por el periodista del New York Times Jeffrey Gettleman. En un estilo claro y didáctico, el periodista norteamericano que más veces ha visitado Somalia aporta una versión del conflicto somalí que desgraciadamente sigue abusando de conceptos como el de "terrorismo". También recurre de forma reiterada al término "caos", no tanto para describir la situación del país como para proponer una determinada salida política. De hecho, la portada del FP -revista dirigida por el ex ministro de Carlos Andrés Pérez Moisés Naím- se titula, con dudosas intenciones imperiales, el eje del caos.

"El caos engendró una nueva clase de parásitos beneficiarios de la guerra –tratantes de armas, narcotraficantes, importadores de leche infantil caducada–, gente interesada en que el caos continuara. Somalia se convirtió en lo más parecido al estado natural de Hobbes, en el que la vida era desagradable, brutal y breve. (...) Somalia, desde 1991, no es un Estado, sino un espacio sin leyes ni Gobierno en el mapa, situado entre sus vecinos y el mar."

Este caos, agudizado por los "errores" de los Estados Unidos, cuyas intenciones son siempre buenas ("en 1992, el presidente estadounidense George H. W. Bush trató de ayudar"), amenaza por extenderse por toda la región. La única solución posible: "los somalíes tendrán que superar los estrechos intereses de clanes, en los que se han refugiado para sentirse protegidos, y adoptar la idea de una nación." No menciona que el nacionalismo somalí de los setenta promovió el irredentismo que ahora temen los países vecinos.

Efectivamente, las rivalidades entre clanes y subclanes han contribuido al fracaso del gobierno federal de transición (GFT), aunque probablemente no tanto como el hecho de que esté promovido por Etiopía, Estados Unidos y, entre bastidores, el antiguo poder colonial. Dichas disensiones han afectado también a la Unión de Tribunales Islámicos (UTI), algunas de cuyas facciones cuentan con el apoyo de Eritrea. El presidente Abdullahi Yusuf Ahmed, del clan de los darod, no ha podido ganarse la confianza de los hawiye, mayoritarios en Mogadiscio y en el centro del país, y representados en el GFT en la figura del primer ministro, Nur Adde. Los hawiya predominan entre la insurgencia islamista, tanto en la antigua UTI como en Al Shabaab, con líderes que representan los intereses de los subclanes respectivos y que a menudo se enfrentan entre ellos.

No obstante, los intentos de gobierno, ya sea islamista o patrocinado desde el exterior, reflejan intentos de cooperación inter e intra-clánica. La popularidad de la UTI se debió a que había constituido un movimiento ideológico transversal a los clanes basado en el Islam y al hecho de haber instaurado un gobierno basado en el derecho (sharia) y no en la arbitrariedad del kalashnikov. Otro discurso unificador de la oposición ha sido el nacionalismo que ha despertado frente al invasor etíope. Sin olvidar la relación con la importante diáspora somalí, donde suele dominar un discurso que aspira a trascender la división entre clanes.

En cuanto a los "parásitos" de los que habla Gettleman, representan una nueva generación de jóvenes que se han criado bajo las balas, que han aprendido a vivir en una economía de guerra, y que en ocasiones rompen con el orden de los clanes. Los consejos de ancianos conservan su autoridad, pero ésta se ha visto debilitada. En los últimos años se han producido ataques a los ancianos, algo que no había ocurrido en los peores momentos de la guerra civil de los noventa.

Por otro lado, la diferencia que establece el periodista entre islamistas moderados y extremistas parece responder a las necesidades de la política exterior estadounidense, no a la realidad local. Con toda probabilidad, los llamados extremistas tendrán que estar también en la mesa de negociaciones. En cualquier caso, si ya el gobierno de la UTI estaba fuertemente dividido, la guerra contra el ocupante etíope ha hecho aflorar nuevas disidencias y milicias armadas, como la Alianza para la Nueva Liberación de Somalia, Hizbu Islami o Al Shabaab. En su artículo, el periodista sólo menciona por su nombre a Al Shabaab, de nuevo etiquetada como supuesta franquicia de Al Qaeda en Somalia. Sin embargo, el último informe del International Crisis Group de diciembre de 2008 cuestiona la versión mediática acerca de ésta y otras facciones islamistas:

"La percepción de que Al-Shabaab y otros grupos insurgentes islamistas son un ejército de desharrapados y fanáticos primitivos cuyo primer instinto es usar la fuerza y el terror para imponer su visión radical es una caricatura. Sus tácticas se han adaptado bien y son más efectivas que las de sus adversarios. Han tenido éxito en presentarse a sí mismo como verdaderos patriotas somalíes opuestos a la alianza entre Etiopía y el GFT. En consecuencia, han ido ganando popularidad en el centro y sur de Somalia, como antes de la invasión etíope de diciembre de 2006."

Pese a ello, es cierto que su rigorismo wahabita se da de bruces contra los deseos de la mayoría de la población, que disfruta con las películas de India, con los partidos de fútbol de la  Champions League en lugares públicos, y con el consumo de qat. "Si Al-Shabaab consolida su control e impone la variante puritana del Islam que profesa (salafí-wahabita), se alienaría rápidamente a muchos somalíes", recuerda el ICG, por lo que es posible que en un proceso de pacificación se vieran forzados a renunciar a algunos de sus dogmatismos.

Jeffrey Gettleman afirma que Somalia es el lugar más peligroso del mundo. Seguramente es así. El centro y el sur del país continúa empantanado en un brutal conflicto que dura ya décadas. Sus habitantes se cuentan entre los más pobres. Más de un tercio de la población precisa de ayuda humanitaria para cubrir sus necesidades más básicas, un millón de personas se encuentran en situación de crisis alimentaria severa, y una cifra equivalente corresponde a desplazados por la violencia extrema de las milicias, incluyendo las vinculadas al gobierno de transición. La última estación seca ha sido particularmente dura, lo que ha diezmado la ganadería y limitado el acceso al agua. Sólo ahora parece comenzar a bajar los precios de unos cereales que en 2008 habían subido vertiginosamente.

La situación en buena parte del país es terrible. Sin embargo, a pesar del galimatías de los clanes y de los líderes militares, existen aspectos importantes que matizan esta visión de una guerra de todos contra todos, de un país en "estado de naturaleza" que precisa de alguna autoridad suprema que garantice el orden interno y la fluidez del comercio marítimo internacional.

Porque el caos no es el mismo en el centro y el sur que en el norte. En su relato de la tragedia somalí Gettleman no menciona la relativa estabilidad de la autoproclamada república independiente de Somalilandia (donde predomina el clan isaaq) salvo para referirse a ella en los tiempos del dominio británico. Un lugar donde precisamente los mecanismos de mediación inter e intraclánicos han sabido combinarse con formas políticas de raíz occidental y sin asistencia exterior condicionada, aunque haya vivido tensiones fronterizas con su vecina Puntlandia y reclame los favores de Estados Unidos. Tampoco menciona que en Puntlandia, una región autónoma también muy pobre y más inestable pero donde la inseguridad no llega al extremo del centro y sur somalí, es donde se concentran las organizaciones clandestinas juveniles que se dedican a la piratería (importante fuente de divisas), al contrabando de armas y al pasaje de emigrantes y refugiados a Yemen.

Toda reflexión sobre Somalia suele desembocar en el mismo punto: hay caos porque falta un Estado, tal y como nosotros lo entendemos, que subsuma la división tribal. En otra entrada ya critiqué las habituales loas al state-building teledirigido desde fuera. En realidad, en los últimos tres años ha sucedido todo lo contrario: el intento de imponer un gobierno federal de transición, formado por antiguos señores de la guerra, con tropas extranjeras y al margen de la población somalí, es lo que ha provocado un incremento atroz de la violencia en 2007-2008. Y es en Mogadiscio, centro administrativo y capital de un eventual Estado unificado, donde se ha cebado el terror y la violencia. 

El propio Gettleman, conocedor de la sociedad somalí, se ve obligado a matizar:

"Una de las mejores sugerencias que he oído es la de aprovechar las ventajas que le da a Somalia el ser una sociedad fluida y descentralizada, con mecanismos locales para resolver los conflictos. La base para instaurar el orden tendría que consistir en gobiernos dependientes de los clanes en los pueblos, aldeas y barrios. Esos pequeños feudos podrían unirse para formar gobiernos de distrito y regionales. El último paso sería unir a esos gobiernos regionales en una especie de federación nacional que coordinase, por ejemplo, los problemas de divisa o los esfuerzos contra la piratería, pero que no marginase a los dirigentes locales."

Sin quererlo, y tras haber mencionado a Thomas Hobbes (1588-1679), por un momento Gettlener duda y llega a cuestionarse la solución soberana occidental. En Somalia se concentran contradicciones que reflejan las del sistema global en su conjunto. Se habla de ese país como un Estado fallido, cuando estamos asistiendo en todo el mundo a una sucesión de instituciones políticas y económicas fallidas, las del viejo orden que se desmorona. Según el filósofo francés Alain Badiou, "hoy estamos más cerca de las cuestiones del siglo XIX que de la historia revolucionaria del XX." Puestos a comparar, me parece que la encrucijada en la que nos encontramos se parece cada vez más a la del convulso siglo XVII. 

Escrito por: Samuel.2009/04/21 09:50:6.636000 GMT+2
Etiquetas: guerra áfrica estados-unidos caos soberanía etiopia somalia | Permalink | Comentarios (3) | Referencias (0)

Comentarios

Chapeau, Samuel, por la demoledora deconstrucción del artículo.

Escrito por: algarabía.2009/04/21 12:44:9.455000 GMT+2
algarabia.blogia.com

No aceptan una Somalia que no asuma la forma Estado. Tiene que adoptar la forma colonial de Estado ya ensayada allí mismo con poco éxito por Siad Barre y antes por Mussolini. Lo mismo ocurre con Afganistán. También este país tiene que someterse a la ley del significante, ser un Estado dentro del concierto mundial. Ser sólo como representado. Aceptar la castración, si es menester a bombazo limpio. "Un significante representa a un sujeto para otro significante" (Lacan). Son, sin embargo países histéricos. Cada vez son más numerosos los que no aceptan los significantes que el amo les ofrece. Freud aprendió de las histéricas la necesaria incompletud del discurso del amo, su incapacidad de suturar el orden del significante. Los bestias que hoy dirigen el mundo no parecen dispuestos a hacerlo. Por mucho que el orden mundial sometido a la forma Estado esté haciendo aguas por todos lados manifestando la repugnancia de los sujetos/súbditos a constituir un todo bajo un soberano.

Tu blog sigue haciendo pensar. 

JD

Escrito por: Juan Domingo.2009/04/21 14:52:27.491000 GMT+2

Gracias por los comentarios. Un saludo.

Escrito por: Samuel.2009/04/24 09:08:59.736000 GMT+2
www.javierortiz.net/voz/samuel

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