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2012/03/04 22:24:53.765000 GMT+1

Una película de guerra, sin guerra

En la lucha por la paz, ese empeño al que tantas personas y organizaciones dedican sus esfuerzos, es habitual recurrir al análisis de las causas de las guerras para encontrar las raíces de la paz. Se recuerda a menudo la explicación dada por Tucídides a la Guerra del Peloponeso (siglo V a.C.): "Lo que hizo inevitable la guerra fue el engrandecimiento del poder de Atenas y el temor que esto causaba en Esparta". Para el historiador griego, la guerra era ya un instrumento al servicio de la dirección política de los Estados, para conservar el poder, reforzarlo o alcanzar un equilibrio no desfavorable, explicación que aún hoy mantiene plena vigencia.

Otra corriente de pensamiento, más moderna, atribuye a las carreras armamentísticas una especial importancia en el estallido de las guerras, desviando así su origen desde el terreno político hacia los ámbitos dominados por la economía, el comercio y la industria. No son pocos, por otra parte, los historiadores que hacen hincapié en la militarización de las élites políticas, cuando asumen una ideología que considera a la guerra y a los ejércitos como el principal instrumento para hacerse con el poder, dinamizar sociedades tenidas por "decadentes" y trasladar los modos y prácticas militares al conjunto de la población.

Por eso, entre las personas preocupadas por la paz no es raro encontrar quienes consideran que la eliminación de los ejércitos y la limitación o prohibición de los armamentos son los caminos que mejor conducen a un estado pacífico de la humanidad. No siempre entienden que armas y soldados son un subproducto de la guerra y no su causa; son la simple consecuencia de aceptar la guerra como un fenómeno social positivo en ciertas circunstancias.

Sin embargo, no merece la pena esforzarse por encontrar esas causas de la guerra, que si fuesen erradicadas del todo llevarían a un feliz estado de paz perpetua. Porque el verdadero origen de las guerras, de todas las guerras, no está en la política ambiciosa o militarizada, ni en la industria bélica ni en los ejércitos imperiales o agresivos. Ha quedado descrito con meridiana claridad, en el preámbulo del documento constitucional de la UNESCO: "... puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz."

No hace falta leer el citado documento para entender lo que esto significa: una película de reciente estreno, titulada "¿Y ahora, adónde vamos?" y dirigida por la libanesa Nadine Labaki, muestra magistralmente las raíces de la guerra instaladas en la mente de los hombres. No es una película de guerra y contra la guerra, en el sentido habitual de la cinematografía antibélica. No muestra las trincheras y las vilezas de la 1ª Guerra Mundial, al estilo de "Senderos de gloria"; ni la degradación moral revelada por "Apocalypse Now"; ni siquiera el fragor del combate y la convivencia diaria con la muerte en Afganistán, como el documental "Restrepo", donde el ruido de los helicópteros y el fuego de las armas forman el telón de fondo de la acción.

En la película comentada apenas suenan disparos ni se observan acciones de combate. Solo una madre desesperada, pero decidida, se sirve de una escopeta para inmovilizar a su hijo e impedirle que contribuya a una salvaje espiral de violencia étnica que amenaza a la comunidad. La película combina fragmentos del género musical, de la comedia, del sainete cómico, el drama y la tragedia. Pero no haré aquí una crítica cinematográfica: lo más admirable de su argumento es la forma de exponer cómo la violencia se engendra en las mentes de los hombres. Al decir esto no me refiero al "hombre" en la primera acepción del diccionario, "ser animado racional, varón o mujer", sino en la segunda, "ser humano del sexo masculino".

En la sociedad étnicamente compleja en la que se desarrolla la acción, las mujeres son mostradas como el elemento pacificador, y los hombres, el belicoso. Aunque está rodada en Líbano y muestra el enfrentamiento entre una comunidad cristiana y otra musulmana, la directora insiste en que no pretende analizar una situación concreta, y que la acción "podría desarrollarse muy bien entre suníes y chiíes, negros y blancos, entre dos partidos, dos clanes, dos hermanos, dos familias, dos pueblos...". La predisposición favorable a la mujer que muestra este filme no se debe a que la directora lo sea. El factor relacional madre-hijo, esposa-marido está sustentado por unas diferencias esenciales que, nos guste o no, en su gran mayoría inclinan la paz hacia el lado femenino y la violencia irracional hacia el masculino, aunque existan excepciones al respecto.

Si la proposición de la UNESCO sobre la guerra es la más ajustada a la realidad, la lucha por la paz es una lucha por las mentes humanas, lo que la convierte en una compleja empresa que penetra en los terrenos de la educación, la psicología y las conductas sociales, sin olvidar aspectos de tipo religioso. Sin tantas complicaciones, las mujeres que en el filme comentado se confabulan para frenar la violenta belicosidad de sus hombres echan mano de su imaginación, su amor por la vida y su instinto de perpetuación de la especie. Sin embargo, aunque ellas logran un éxito temporal, la película se cierra con una interrogación que deja todo en el aire: ¿adónde vamos? ¿Hacia dónde camina el género humano sumido en una multiplicidad de guerras que parecen no tener fin?

Publicado en CEIPAZ el 4 de marzo de 2012

Escrito por: alberto_piris.2012/03/04 22:24:53.765000 GMT+1
Etiquetas: guerra unesco paz | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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