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2013/07/23 08:23:34.607000 GMT+2

Ultimátum de Obama a los palestinos

Una vez más, EE.UU. y la comunidad internacional (incapaz ésta de presentar otras propuestas que no sean las que se imponen desde Washington) intentan resolver el conflicto de Palestina aplicando presiones allí donde apenas pueden surtir efecto: sobre la Autoridad nacional palestina (ANP). Nada se ha aprendido de los prolongados errores en los que se ha incurrido en esta cuestión durante los últimos decenios. Se pretende hacer creer que la paz definitiva es algo que depende exclusivamente de las decisiones que tome la ANP, ignorando culpablemente que es Israel quien viene violando reiteradamente la legislación internacional en la ocupación militar de las tierras palestinas y en el tratamiento que aplica a su pueblo, y el que desde tiempo inmemorial incumple las resoluciones de Naciones Unidas al respecto.

Un detalle que puede pasar desapercibido revela cómo el llamado "plan Kerry" está calculado para favorecer a Israel y en detrimento de Palestina: en vez de exigir un plazo corto para concluir las negociaciones -dado que las posturas de ambas partes se conocen sobradamente-, se ha establecido arbitrariamente un plazo más largo, con el propósito esencial de impedir que Palestina presente sus fundadas quejas ante la próxima Asamblea General de la ONU en septiembre, donde obtendría un abrumador apoyo mayoritario.

Porque lo que propone Kerry es una vuelta al callejón sin salida tantas veces transitado inútilmente. Un historiador israelí lo ha descrito gráficamente, al decir que Netanyahu es "como esa persona que, mientras discute con los demás cómo repartir una pizza, se la va comiendo poco a poco". Es el tratamiento que el Gobierno israelí viene dando a la solución biestatal que teóricamente era el arreglo que daría fin a todos los conflictos. Veinte años después de los llamados "acuerdos de Oslo" no se ha avanzado un paso en dirección a la paz, sino que Israel ha obstruido el camino construyendo el muro de la vergüenza y expandiendo los asentamientos ilegales hasta fragmentar lo que habría de ser el territorio del Estado palestino, para hacer inviable esa solución. Esto es así hasta el punto de que, tanto en Israel como en Palestina, se empieza ya a discutir sobre la fórmula de un solo Estado para dos naciones.

El presidente de la ANP ha expresado el temor de que esa fórmula podría derivar hacia un "Estado de apartheid", y algunos consideran que esto ya está ocurriendo en la situación actual. Añaden que la previsible evolución demográfica haría que cristianos y musulmanes pronto fuesen mayoría en el futuro Estado unificado, que dejaría de ser democrático si quisiera seguir siendo judío. El dilema está claro y en el horizonte solo se percibe más violencia y menos posibilidades de acuerdo.

En el vértigo de buscar soluciones a lo que todo indica que no las tiene, la solución triestatal es el último invento: Israel, Gaza y Palestina. Solución que para otros se transforma en algo distinto: Israel, Egipto y Jordania, dado que estos dos últimos países controlaron Gaza y Cisjordania respectivamente, desde la independencia israelí en 1948 hasta la Guerra de los Seis Días, cuando Israel las invadió. Claro está que para ninguna de estas dos soluciones se ha consultado la opinión del pueblo palestino, que ha mostrado claramente que no desea fundirse con egipcios ni jordanos, del mismo modo que los israelíes no parece que deseen convertirse en el 51º Estado de EE.UU., por mucho que su país salga adelante gracias a la generosa e ilimitada ayuda del aliado americano.

En su declaración en la capital de Jordania, Kerry dijo: "Los representantes de dos pueblos orgullosos han decidido hoy que merece la pena avanzar por el difícil camino ante el que se encuentran". Dos cosas habría que apostillar a esta sonora frase. Ambos pueblos son orgullosos, naturalmente, pero uno es rico y el otro es pobre. "Pobre, pero orgulloso" puede ser una fórmula de satisfacción personal íntima en algunos casos, pero no es el pasaporte idóneo para que un Estado se mueva con éxito en el abrupto terreno de la política internacional. En segundo lugar, avanzar por el difícil camino que se les presenta tampoco requiere análogo esfuerzo a ambas partes: una de ellas es el ocupante militar, apoyado sin reservas por la principal superpotencia del mundo, y la otra es un pueblo humillado, ocupado por una potencia extranjera y desesperado ante un futuro incierto que solo le presenta nuevas calamidades.

Son ilusos algunos titulares de la prensa reciente al anunciar que Israel y Palestina se sientan libremente a negociar tras los esfuerzos del Secretario de Estado norteamericano. Parecería como si ambas partes hubieran sido convencidas por la brillante argumentación de John Kerry, si no fuese porque ésta encierra un claro ultimátum de Obama a la ANP, que depende plenamente de la ayuda occidental para su supervivencia diaria. Ayuda que dejaría de fluir si la ANP pretendiera tomar de verdad las riendas del destino de su pueblo y dejara de desempeñar el papel de fantasma subordinado y solícito ante las exigencias de Israel. No es una negociación, es un ultimátum.

Publicado en CEIPAZ, el 22 de julio de 2013

 

Escrito por: alberto_piris.2013/07/23 08:23:34.607000 GMT+2
Etiquetas: palestina israel kerry obama | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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