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2010/05/01 10:06:37.805000 GMT+2

Paz y desarrollo

Los que de una forma u otra colaboramos con CEIPAZ, esta admirable entidad que, con mucho más entusiasmo y entrega que medios a su disposición, tiene entre sus objetivos la promoción de "la educación para el desarrollo y la paz", necesitamos de vez en cuando hacer un alto en nuestra actividad y reflexionar sobre lo que esto significa.

Desarrollo y paz son dos objetivos muy distintos en cuanto a las experiencias y conocimientos básicos necesarios para planificar las estrategias que permitan alcanzarlos. Si el primero se mueve a caballo de los campos económicos y sociales, y es fácil imaginar el bagaje cultural y práctico que necesita poseer quien se dedique a la educación para el desarrollo, la figura de un educador para la paz sigue siendo algo muy desdibujado, lindante con la psicología y la política internacional. ¿Cómo se educa para la paz? ¿Cómo se aprende o cómo se estudia la paz?

El caso es que paz y desarrollo están estrechamente vinculados. Sin entrar en más disquisiciones, todos entendemos fácilmente que tan imposible es alcanzar la paz sin un mínimo desarrollo de los pueblos, como desarrollarse en una situación de guerra o violencia. Aparecen ambos como los dos términos de un binomio que se influyen recíprocamente. Por tanto, es coherente combinar, como hace CEIPAZ, desarrollo y paz como objetivos de un mismo esfuerzo educativo.

Se trata, pues, de un binomio claramente establecido. Pero éste no permanece aislado y herméticamente separado de otros factores que imponen su ley; a menudo, de modo férreo y difícilmente eludible. Repasemos las últimas vicisitudes en el panorama internacional. ¿Puede haber paz y desarrollo en un ambiente -el financiero- donde triunfa la especulación más cruel y agresiva? Dicho de otro modo ¿cómo se puede educar para la paz y el desarrollo a partir de las premisas de un capitalismo cuyos agentes, para obtener los máximos beneficios, no vacilan en poner en peligro los recursos de todo un país?

Un campesino africano que recibe un microcrédito de unos pocos dólares para mejorar su explotación ganadera puede ser considerado un inversor. Al fin y al cabo, invierte en la comercialización de productos tangibles que lleva al mercado y sirven para el desarrollo de la sociedad a la que pertenece. Con su esfuerzo se gana la vida y contribuye al bienestar de los demás.

Pero el que manejando a distancia productos financieros intangibles, a menudo tramposos y ficticios (como ha quedado patente en el origen de la actual crisis económica), cursando órdenes de compra y venta allí donde cree asegurarse rápidos y sustanciales beneficios, sin preocuparse por las repercusiones sociales de sus decisiones financieras, ése es solo un especulador.

El diario El País iniciaba así una crónica el pasado 30 de abril:

"Una vez más, los especuladores han detectado una posible víctima. Han embestido para retirarse más tarde. Hasta la próxima batalla. Es la radiografía de estos últimos días, desde que la agencia Standard & Poor's rebajó la calidad crediticia de Grecia, Portugal y España. Los mercados temblaron el martes y el miércoles, pero el optimismo volvió ayer y se tradujo en fuertes subidas en las bolsas y caídas en las primas de riesgo de los países más cuestionados en su capacidad para hacer frente al pago de su deuda".

Así es la realidad del momento actual, la dura realidad en la que CEIPAZ y otros organismos en todo el mundo se esfuerzan para educar a los pueblos en la paz y el desarrollo. Pero el capitalismo dominante y sin trabas, en el que nos ha tocado vivir, hace muy difícil la tarea, si no imposible. Es como querer construir un edificio junto al cráter del volcán islandés recientemente famoso, donde la tierra tiembla y llueven las cenizas ardientes en los momentos más imprevisibles.

Los ladrones, estafadores, defraudadores, etc. son figuras delictivas que tienen cabida en los códigos penales. ¿Por qué, por el contrario, los especuladores permanecen a salvo y al margen de cualquier exigencia legal? Si un asesino o un violador "detectase una víctima" y "embistiera para retirarse más tarde", "hasta la próxima batalla", ¿no intervendrían en el acto las fuerzas de seguridad para detener, juzgar y condenar al culpable? Pero si las mismas acciones se refieren a un especulador, como se lee en el párrafo arriba reproducido, la idea de culpabilidad desaparece como por ensalmo. ¿Es que habría "próxima batalla" si la policía descubre a un delincuente peligroso?

Este es el contexto real en el que ha de moverse cualquier actividad encauzada a promover la paz y el desarrollo. No puede ser más hostil. Sin embargo, el esfuerzo ha de proseguir y merece la pena. Pero llamando a las cosas por su nombre y no vacilando en denunciar todo aquello que, púdicamente admitido por el sentir general de una mayoría apática, se opone decididamente a la paz y al desarrollo: hoy hablamos del capitalismo; otro día aludiremos a otros factores igualmente nefastos.

Publicado en CEIPAZ el 1 de mayo de 2010

Escrito por: alberto_piris.2010/05/01 10:06:37.805000 GMT+2
Etiquetas: desarrollo paz capitalismo | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Y lo peor no es la legalidad en sí, sino que la permisividad social se basa en la ilusión de que todos podemos llegar a ser ricos como ellos, así que ¿por qué molestarlos si en realidad lo que tenemos es envidia?

Mientras siga ese engaño (porque la realidad real es que no todos podemos llegar a ser como ellos, no es posible), mientras no encontremos el modo de combatir esa mentira, mientras los multimillonarios despierten más simpatía que odio, pocas leyes se podrán hacer para combatir la desigualdad, pocas leyes asegurarán la paz. 

Escrito por: jesus cutillas.2010/05/03 09:52:47.015000 GMT+2

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