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2013/07/09 08:03:59.681000 GMT+2

Los que tocan el silbato

Los audaces individuos (periodistas, escritores, informáticos, soldados, etc.) que arriesgan su situación personal -y a veces la vida- para desvelar inconfesables secretos de Estado, desde los papeles del Pentágono en 1971 hasta las malandanzas de la National Security Agency (NSA) en 2013, son conocidos en el mundo de habla inglesa como whistleblowers, es decir, "los del silbato" en traducción literal aproximada. Este es el nombre que hoy se aplica extensamente a Edward Snowden, el experto informático estadounidense, antiguo colaborador de la NSA, por cuyo motivo algunos países europeos, y especialmente España, han creado irreflexivamente un serio incidente internacional con algunos países latinoamericanos, del que todavía no se han revelado todos sus efectos. Incidente debido a dos factores básicos: 1) la habitual política de EE.UU. de "matar al mensajero", en vez de intentar resolver el problema que éste denuncia, y 2) la vergonzosa sumisión europea a los deseos de Washington, por injustos o ilegales que éstos sean.

En términos jurídicos de EE.UU., el país que ha puesto en circulación la palabra, un whistleblower es un empleado o funcionario que denuncia a su jefe o superior porque cree razonablemente que éste ha cometido un acto ilegal. Con ciertas connotaciones deportivas (el árbitro pita las faltas de los jugadores), traducir este vocablo al idioma español no es tarea fácil: soplones, delatores, chivatos, acusicas y otros términos análogos están cargados de un sentido despectivo del que carece la expresión original.

Denunciantes, informadores o informantes se aproximan más a la realidad, pero no implican el matiz de coraje y riesgo que lleva consigo la actividad de esas personas. La castiza expresión "tirar de la manta" es quizá la más aproximada, según el diccionario de la RAE, pero a partir de ella no es sencillo generar un sustantivo para uso común; la escasa versatilidad de nuestro idioma, al contrario de lo que sucede en inglés, no facilita crear algún neologismo serio, como sería "los tiramantas".

Esta breve digresión lingüística no es inútil, porque el tipo de persona al que se aplica la palabra en cuestión va a proliferar de ahora en adelante, a medida que se perfeccionan y complican los medios técnicos para ocultar y transmitir información, descubrirla y difundirla. Así pues, esas operaciones se harán más comunes, adquirirán mayor brillantez y en muchos casos resultarán muy deseables para la mayoría de la población, que siempre suele agradecer el arrojo de los que se atreven a tirar de la manta en casos peliagudos. Cuando los diversos poderes que nos gobiernan legal o ilegalmente -político, financiero, militar, comercial, etc.- recurren sistemáticamente a subterfugios para ocultar los engaños y mentiras con que a menudo pretenden manipularnos, informar sobre lo que se desea mantener oculto y poner al descubierto las trampas de los poderosos va a ser un trabajo muy bien considerado en el futuro. Se necesitará una palabra en nuestro idioma que lo describa nítidamente.

Volviendo al caso Snowden, es interesante leer lo que sobre esto ha escrito un anterior denunciante (usaré esta palabra mientras no se encuentre otra mejor), Peter Van Buren, el diplomático que en 2011 reveló públicamente los desmanes del Servicio exterior de EE.UU. en Iraq, en un libro titulado We Meant Well: How I Helped Lose the Battle for the Hearts and Minds of the Iraqi People (en traducción libre: "Teníamos buena intención: cómo ayudé yo a perder la batalla por los corazones y las mentes del pueblo iraquí). Lo reproduzco a continuación en traducción propia:

"Edward Snowden se sintió sin duda consolado al saber que un creciente número de estadounidenses están lo suficientemente indignados como para resistir a un Gobierno que se vuelve contra su pueblo. Sus pensamientos fueron reflejados por Julian Assange, que dijo: 'En los esfuerzos de la administración de Obama por aplastar a los jóvenes whistleblowers con acusaciones de espionaje, el Gobierno de EE.UU. ataca a una generación joven de gente que considera inaceptable la masiva violación de los derechos de privacidad y de juicio justo. Atacando a esa generación, la administración de Obama solo puede perder'. Snowden esperaba seguramente que Obama se preguntaría por qué ha abierto el doble número de procesos sobre espionaje que todos sus predecesores en la Presidencia juntos, y por qué casi todos han fracasado".

"En aquel vuelo [el que le llevó de Hong Kong a Moscú] Snowden habrá reflexionado sobre lo que había perdido, incluyendo su elevado sueldo, su vida feliz en Hawai y Suiza, las relaciones personales, la excitación por estar dentro del sistema y conocer hoy las noticias que se publicarán mañana. Ha perdido ya mucho de lo que importa en una vida personal, pero no todo lo importante. A veces -y cualquier whistleblower lo llega a saber muy bien- hay que creer que existen cosas que importan más que uno mismo. Hay que creer que un valeroso acto de conciencia puede marcar la diferencia en unos EE.UU. que van por mal camino, o simplemente que, aunque no importe nada, uno ha hecho por su país lo que tenía que hacer". Si la palabra no estuviera tan desprestigiada por los que la manipulan y abusan de ella, se podría decir que en eso consiste el verdadero patriotismo.

CEIPAZ, 9 de julio de 2013

Escrito por: alberto_piris.2013/07/09 08:03:59.681000 GMT+2
Etiquetas: snowden whistleblower assange nsa | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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