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2010/04/19 09:45:58.760000 GMT+2

La niebla del terrorismo

Se observa con preocupación cómo la creciente actividad de los grupos terroristas en los últimos decenios está produciendo en todo el mundo un deletéreo efecto en los análisis políticos que se llevan a cabo para encontrar el modo de contrarrestar sus sangrientos efectos. Muertes, bombas, sangre, terror... repetidos aquí y allá, en hoteles, transportes y otros lugares, parecen a veces ofuscar las mentes de los gobernantes y de sus asesores. Fue así como, para vengar los atentados del 11-S, acabó EEUU implicado en dos complicadas y sangrientas guerras contra países -Irak y Afganistán- cuyos Gobiernos poco o nada habían tenido que ver en la preparación y ejecución de aquel brutal atentado terrorista.

Parecería como si los actos terroristas, por su propia naturaleza, generasen una especie de niebla que impediría establecer juicios claros y bien fundamentados sobre sus peculiaridades, motivos y efectos, juicios que son esenciales para planear con éxito cualquier actividad antiterrorista. Fue también, sin duda, esa niebla la que, con motivo de los atentados terroristas del 11-M en Madrid, hizo que personas habitualmente bien informadas los atribuyesen de inmediato a ETA, sin entrar ahora en otras motivaciones políticas espurias que pudiesen haber propiciado tanta confusión. Es asimismo atribuible a esa niebla el prolongado y tortuoso proceso judicial que llevó al cierre inmediato del diario vasco Egunkaria, sin pruebas fehacientes de su vinculación con el terrorismo etarra, como ahora ha tenido que reconocer y rectificar, siete años después, la propia Audiencia Nacional.

Ni siquiera la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, ha podido librarse de esa confusión, según comenta un destacado especialista en asuntos caucásicos, Oliver Bullough, cuando en relación con los atentados del pasado 29 de marzo en Moscú declaró: "Afrontamos un enemigo común. Tanto en un metro de Moscú o de Londres, en un tren en Madrid o en una oficina en Nueva York, el enemigo es el mismo". Quizá al hacer estas declaraciones Hillary seguía la tendencia marcada por su marido Bill para no enfrentarse abiertamente con Rusia, quien en 1996, aludiendo a la dura represión sufrida entonces por el pueblo checheno, había manifestado en rueda de prensa: "Algunos de ustedes dicen que deberíamos ser más críticos [con la represión rusa]. Pero esto depende de una cuestión previa: ¿creen que Chechenia es parte de Rusia, o no?". Y el presidente Clinton se dejó llevar a un terreno aún más resbaladizo cuando comparó el conflicto ruso-checheno con la Guerra de Secesión Americana y añadió: "Les recuerdo que tuvimos en nuestro país una guerra civil basada en la decisión de que Abraham Lincoln daría su vida antes que permitir que ningún Estado se separase de la Unión".

El terrorismo checheno ofuscó entonces y también ahora a los dirigentes estadounidenses. Y les sigue confundiendo. Los brutales atentados del metro de Moscú fueron cometidos por dos mujeres cuyos motivos nada tenían que ver con los que impulsaron a los terroristas árabes que estrellaron los aviones contra las Torres Gemelas y el Pentágono, o a los que hicieron estallar los vagones de pasajeros en Madrid y Londres.

En realidad, lo que se deduce del análisis de los diversos atentados terroristas es que cada uno tiene distintas motivaciones y que sus ejecutores obedecen a impulsos muy variados. Sobre todo cuando se trata de suicidas, penetrar en las razones íntimas de su acción o valorar el estado psicológico de quien asesina suicidándose obligaría a una fría reflexión, muy difícil de desarrollar en el habitual ambiente apasionado y tenso que sigue a cualquier matanza terrorista.

Un somero análisis estadístico, publicado en un diario neoyorquino, mostró que los ejecutores de todos los atentados terroristas sufridos por Rusia eran personas que habían visto morir a sus familiares, habían padecido violencia o torturas, o de otro modo habían llegado a la conclusión de que sus vidas no merecían la pena y preferían sacrificarlas para, de alguna manera, resarcir a sus compatriotas supervivientes. El análisis deducía que "el terrorismo suicida de origen checheno encuentra una fuerte motivación tanto en la ocupación militar de Rusia como en la ocupación 'indirecta' ejecutada por las fuerzas de seguridad chechenas fieles a Moscú". Se encontró una clara correlación entre la frecuencia de los atentados terroristas y el aumento de la violencia rusa en Chechenia.

El jefe rebelde checheno, responsable de los atentados del metro de Moscú, ha declarado que éstos han sido una respuesta a la muerte, en febrero pasado, de varios chechenos a manos de las fuerzas de seguridad. Si esto no justifica el terrorismo, la realidad es que en un pueblo sometido a algo que a veces parece terrorismo de Estado es fácil encontrar aspirantes a convertirse en bombas humanas.

Pocas similitudes hay, digamos para concluir, entre el empeño unionista de Lincoln que desencadenó la Guerra de Secesión y la brutal violencia rusa en Chechenia durante largos años. Lincoln murió asesinado, pero no en un acto terrorista sino por un enemigo político en atentado personal. No estuvo muy acertado Bill Clinton cuando estableció un paralelismo entre Abraham Lincoln y Boris Yeltsin, aunque, una vez más, esa niebla que engendra el terrorismo pudo confundirle.

Publicado en CEIPAZ el 19 de abril de 20010

Escrito por: alberto_piris.2010/04/19 09:45:58.760000 GMT+2
Etiquetas: clinton terrorismo chechenia | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (1)

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