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2011/02/18 10:11:23.254000 GMT+1

El triste sino de los poderosos

Manuel Eisner es profesor de Criminología Social de la Universidad de Cambridge y subdirector del Instituto Criminológico de la citada universidad. Autor de documentados estudios sobre diversos aspectos de la violencia social, acaba de elaborar una monografía titulada Killing Kings (Matando reyes) que merece la pena comentar.

En ese trabajo ha analizado el final de 1513 reyes en 45 monarquías europeas, desde el año 600 hasta el 1800, llegando a la conclusión de que casi una cuarta parte de ellos (22%) murió por causas violentas: accidente, batalla o asesinato. Si no se cuentan los accidentes o las muertes en combate, un 15% del millar y medio largo de reyes que murieron infortunadamente corresponde a quienes fueron asesinados, normalmente por rivales que pretendían hacerse con el trono.

Esta proporción, afirma Eisner, es superior al índice de homicidios en los lugares más peligrosos del mundo actual. Supera el umbral de las muertes de soldados en combate regular en las guerras recientes y viene a significar que el peligro de morir asesinados de los antiguos reyes europeos era más de 700 veces superior al de sus súbditos.

Desde el punto de vista de un historiador, estos datos sirven para valorar "la intensa y violenta rivalidad entre las elites políticas de la Historia de Europa por hacerse con el poder". Eisner demuestra que los reyes eran asesinados por cuatro motivos principales, de los que se citan casos concretos. El emperador bizantino Nicéforo II fue asesinado por su esposa en su propio lecho, para coronar emperador al amante de ésta, el jefe de los ejércitos. El sultán de Granada Mohamed VI cayó asesinado junto a Sevilla por un monarca rival que ambicionaba sus tierras. Alberto I de Alemania pereció a manos de su sobrino Juan de Suabia a la salida de un banquete, porque durante el festejo el suabo se sintió insultado por el alemán. A estas tres causas -sucesión en el trono, ambición territorial y exacerbado sentido del honor- hay que añadir una cuarta: el riesgo que siempre corre toda persona significada; así, Yusuf I de Granada fue asesinado por un loco mientras oraba en la afamada mezquita de su capital.

Con el tiempo, el riesgo de asesinato de los reyes ha ido disminuyendo, para alivio de las testas coronadas. No obstante, en el siglo XX todavía acabó con la vida de Humberto I de Italia, Alejandro I de Serbia, Carlos I de Portugal, Alejandro I de Yugoslavia y el zar Nicolás II. La gradual reducción de los asesinatos regios se debió, indudablemente, al menor poder ejercido por las monarquías sobrevivientes, muchas de ellas relegadas a funciones representativas, cuando no puramente decorativas.

El sino de los poderosos debería inspirarnos lástima, como ocurre ahora con el expresidente Bush, que ha tenido que cancelar un viaje a Suiza la pasada semana, donde tenía previsto dar una conferencia sobre "la libertad y sobre sus experiencias en la presidencia de EEUU", según declaró uno de sus portavoces.

El caso es que, debido a que en su reciente autobiografía Bush había manifestado que autorizó la tortura en Guantánamo a los presos de los que se sospechaba su pertenencia a Al Qaeda, varias organizaciones humanitarias, incluyendo el Centro de Derechos Constitucionales y Amnistía Internacional (AI), han solicitado una orden de arresto para el expresidente. El portavoz de AI declaró: "En cualquier parte del mundo adonde viaje, el presidente Bush podrá ser perseguido por la justicia por su responsabilidad en casos de tortura y por otros delitos contra las leyes internacionales, en especial en los 147 países signatarios de la Convención de la ONU contra la tortura".

Un jurista del Centro Europeo de los Derechos Humanos y Constitucionales ha asegurado que Bush no goza de inmunidad para evitar ser juzgado y que la ley es clara al respecto: todos los países tienen la obligación de abrir diligencias y procesar a quienes autorizaran o consintieran la tortura. Teniendo presentes algunos casos anteriores, como la detención de Pinochet en Londres o la forzada suspensión de viajes que aqueja a varios destacados políticos y militares israelíes, sobre quienes pesan órdenes de arresto, es evidente que los asesores de Bush le han aconsejado no correr riesgos.

No es lo mismo ser asesinado por la propia esposa en el lecho imperial, para instaurar una nueva dinastía, que tener que suspender un viaje de placer por temor a ser procesado. Pero la humillación que esto puede suponer para quien ejerció un poder mil veces superior al de un emperador bizantino -aunque también mil veces menos majestuoso- debería hacernos considerar el hecho de que, parafraseando a la popular telenovela mexicana, "los poderosos también lloran".

Acompañemos, pues, en sus tristes lamentos al corrupto dictador tunecino, a quien la opulenta monarquía saudí concede benévolo asilo, y al expulsado tirano egipcio que, hace solo un par de semanas, perfeccionó sus responsabilidades criminales con la muerte y tortura de varios compatriotas suyos a manos de la policía, en su empeño por aferrarse al poder.

Publicado en República de las ideas, el 18 de febrero de 2011

Escrito por: alberto_piris.2011/02/18 10:11:23.254000 GMT+1
Etiquetas: monarquia bush asesinatos | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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