Ugrafías

Hacer el agosto ya no es lo que era. Digamos que los menos lo hacen, pero todo el año. Hacen, por ejemplo, el agosto los que fabrican y venden armas, y lo hacen aun más desde marzo.

En 2020 hicieron también un largo agosto tanto las grandes farmacéuticas como los comisionistas tras los suministros de protección sanitaria. Pero, como he leído recientemente, dos años de pandemia no consiguieron aumentar el gasto en sanidad pública, mientras que solo dos semanas después del 20 de febrero ("el día U?"), según el parte reiterativo, bastó el "consenso de las democracias occidentales" para que desde entonces todos los presupuestos militares se hayan disparado (y disparatado, sí, también) por todo el globo.

Afectando esto de retruque al menos a tres cosas más.

De un lado, las políticas medioambientales al garete (se plantea sacar más carbón, fletar más naves cargadas de gas, tirar del gringofracking...)

De otro lado, la cuestión de los refugiados: la prueba del algodón es cómo se ha acogido sin ningún obstáculo a más de cinco millones de personas por el hecho de salir de su país con su pasaporte, se les ha dado incluso permiso automático de trabajo, sin que se dieran por aludidos ninguno de los que ponen el grito en el cielo por eso mismo cuando se trata de trabajadores de otro tono de piel.

Y el tercer lado del isósceles, en la base de todo: ha caído en barrena libre la libertad de expresión en los países del "mundo libre". No se puede ser crítico sin ser censurado o señalado con algún sambenito, ni mucho menos se aconseja entrometerse buscando detalles o razones bajo la fina piel de la mayúscula nueva Cruzada, "solidaria" con el buenísimo actor Zelenski, contra el demoníaco hijo de Putin.

Igual da como igual daba. Hace más de dos décadas el angelical hijo de Bush, junto al alcalde Giuliani de los espíritus, y con todo el poder de las pesadillas servidas a cascoporro under-attack, ya colaron a la opinión guardameta pública (esa siempre tan falta de línea defensiva) un gol por la escuadra con ese-once-ese que está en la base de todo relato oficial global, sea sobre seguridad, sea sobre bondad y maldad, sea sobre el precio de la merluza o el del euribor.

Igual da como igual dio. Cuando Gorbachov desmanteló el bloque soviético lo hizo ante la promesa de la NATO de no añadir a su organización ni un solo estado ni una sola región más allá de la entonces cedida RDA. Promesa que si se hizo un lunes los occidentales se saltaron a partir del martes por la tarde.

Igual da que el Nobel de la Paz fuera entonces traicionado por "los buenos de la peli". Da igual y nos lo repiten constantemente: semos los buenos igualmente. Aunque seamos, en tanto occidentales, tan falsos como un pollo de KFC. Occidentalmente lamentables nuestros principios y globalmente nocivas nuestras bondades.

Y no hay reacción. Supongo que, como en la canción, estamos, la mayoría, "confortablemente entumecidos". A ver si la cosa mejora sin sedación. Pero me temo que es más cómodo y que hace falta mucha energía para tirar de la manta de las muchas y cruzadas, también cruzadas, cortinas de humo.

Nota final o spoiler: Estoy inmerso, indignándome pero a la vez muy inmerso, en la lectura (que obviamente recomiendo) del más reciente libro de Pascual Serrano: Prohibido dudar. Las diez semanas en que Ucrania cambió el mundo.

Nota bis, musical. Esa gran canción a la que me refería antes tiene una versión impresionante (enlace aquí) que suma a la de los Floyd la voz del León de Belfast...