Ugrafías

A tres días del desenlace -o de la lazada, según se mire- el Estatut más cepillado, culebrónico y mareado de la historia catalana llega a las urnas con menos garantías de triunfo que con las que llegaba la de momento congelada Consti europea. El embrollo surrealista lo explica estupendamente esta viñeta, que he visto en el ameno y muy recomendable viñetódromo de Hannot.



Como en el verso de Krahe sobre Villatripas, y como siempre tras el paso por esas jornadas que llaman pomposamente fiesta de la democracia, hay dos opciones: vencer o ganar. Todos los capos se adjudicarán el triple de lo que los votos digan. Pero esta vez el ridículo puede ser exagerado, pues ni uno sólo de los partidos puede asegurar que todos sus votantes fieles van a hacer caso de la consigna trazada. Algo en consonancia, vaya, con lo que ellos han hecho desde que se pusieron a reformar el marco.

Tal como ha ido y venido el tema, el trenzado de traiciones, digodiegos y malabares ha sido vergonzante. Probablemente el tercio del censo que lo apruebe, si es que a eso llega, lo haga más pensando en bajar el telón tras tamaño sainete, que no esperanzado en empezar nada nuevo. Y es que nuevo, nuevo, lo que se dice nuevo, poco. Y lo poco, con menos. Lo que debería haber sido un empuje al desarrollo de derechos ha quedado en un calzo para los maletines del puente aéreo. Lo que podría haber engrasado el motor ha quedado en un capó lujoso y un pagaré a un opositor : Artur Mas (el valido del neopujolismo estuvo durante el final de los años setenta haciendo lo mismo que Aznar : opositando a funcionario).

Así pues todo política de escaparate, una brillante crema para un pastel sin bizcocho. Así se baila la yenka, adelante, hacia atrás, un, dos tres.

Los poquitos que optaremos por el voto nulo no tendremos quien explique nada por nosotros. Casi que mejor. Que se'n vagin tots a pastar fang!