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2004/03/18 08:00:00 GMT+1

La víctima a la que nadie llora

"Urdaci, también, a la cola del INEM", se cantó en Ferraz la noche de las Elecciones. En la hora de la algarabía socialista, sus emocionados militantes no se acordaron de Álvarez Cascos ni de Pilar del Castillo. No tuvieron palabras para Ana Palacio ni para Michavila. Tampoco vitorearon consignas contra el encarecimiento de la vivienda o para denunciar el irrefrenable auge del empleo precario. No. Reservaron su menosprecio sonoro para el director de informativos de TVE.

Un periodista fue el referente de la noche, el muñeco de trapo al que incendiar, el icono derribado. ¿Cómo y por qué ha llegado este informador a convertirse en un personaje repudiado por una parte significativa de la sociedad? ¿Cómo es posible que un periodista haya concentrado tanta animadversión popular? Sin duda alguna, por el menosprecio que ha mostrado hacia la audiencia, porque ha convertido la televisión de todos en el coto de intereses de unos cuantos. Sus entrevistas a Aznar deberían estudiarse en la Universidad como antítesis de la labor periodística.

Pero su caso no es, a pesar de su relevancia, el único. Resulta comprensible, en la misma medida que despreciable, que algún muñecajo acomplejado utilice un micrófono o una pluma para justificar su pluriempleo en los distintos medios controlados por el Gobierno del PP, que no son pocos, dicho sea de paso. Comprensible, porque me estoy refiriendo a seudo periodistas sin escrúpulos. Siempre me han resultado irritantes la naturalidad perversa y la sorprendente capacidad de quienes logran compaginar sus colaboraciones en varios diarios de papel y digitales -amén de sus apariciones en distintas tertulias televisivas- con la publicación de algún libro cada tres o cuatro meses. Estos superperiodistas son capaces de sacar fuerzas y tiempo también para participar cada noche en programas de radio y alabar en sus intervenciones a los inmaculados miembros del poder establecido. Una de dos: o son superdotados -hecho que descarto a las primeras de cambio, en cuanto escucho las sandeces que proclaman a los cuatro vientos-, o aquí hay gato encerrado.

Reconozco con tristeza que en el actual periodismo español Roma sí paga a los traidores. La profesión periodística está en sus horas más bajas. Me consta que para muchos, el periodismo es más un oficio que una profesión. Sea lo que sea, lo indiscutible, lo triste y fatídicamente indiscutible es que el artículo 20 de la Constitución española no siempre se cumple. Lo que muchos españoles no le han perdonado al Gobierno del Partido Popular ha sido el uso vergonzante que ha hecho de la información. Incluso en las situaciones más delicadas. Pruebas de ello hay por doquier. Una de las más sangrantes tuvo lugar el mismo día de los atentados de Madrid. Esa actitud de desprecio a la transparencia, esa bochornosa insistencia en negar la evidencia empujó a muchos abstencionistas a hacer de tripas corazón y acudir a las urnas para castigar una execrable actitud que había colmado el vaso, no diré si de agua o de sangre.

En TVE un grupo de empleados se ha manifestado en contra de Urdaci, pidiendo su destitución. En la Agencia Efe ha sucedido tres cuartos de lo mismo con su director de Información, Miguel Platón. El Comité de Empresa de la agencia ha exigido su destitución por "el régimen de censura y de manipulación impuesto tras los atentados del 11 de marzo". Le acusan, además, de prohibir la difusión de declaraciones de dirigentes de la oposición. En Telemadrid, su Comité de Empresa denuncia también una intervención directa del nuevo director, Manuel Soriano, en la línea informativa que siguió la televisión pública estatal en la cobertura de la información tras los atentados. Tanto en TVE como en la Agencia Efe se producirán muchos cambios. Ya sucedió cuando el PP tomó el poder. ¿Cabe asumir con una derrotista resignación este baile de cargos en los medios de comunicación sustentados con el dinero de todos?

Por si esto no fuera suficiente, muchos voceros domesticados de estómago agradecido han dicho que se ha manipulado a los votantes en contra de los intereses del Gobierno. ¿En qué ha consistido esa supuesta manipulación? ¿Acaso los votantes del PP no han vuelto a secundar mayoritariamente su política, aceptando además sus consecuencias? ¿No cabe suponer que el atentado le ha pasado factura política a Aznar y sus muchachos? ¿Alguien puede, después de todo, seguir negando la responsabilidad política de un endiosado presidente que se va ahora con el rabo entre las piernas? ¿No resulta estúpido pensar que si gana un partido es que estamos ante un síntoma democrático, y que si gana otro es entonces una tara del sistema, una especie de tontocracia? Probablemente lo más tonto sea confundir la democracia con el ejercicio del voto, o sea, confundir una parte con el todo. Probablemente, hemos llorado poco por los cientos de miles de iraquíes que han perdido su vida desde la primera guerra del Golfo, muy poco por los caídos en Palestina, Bali, India y Estambul. Ahora, las lágrimas se nos escapan, los muertos nos resultan mucho más cercanos; nuestra vida, probablemente, ha cambiado para siempre.

Los asesinos despiadados están al acecho. El terrorismo de Al Qaeda está aquí. ¿Volveremos a pensar que el fin de cualquier clase de terrorismo pasa por su extinción, por su desarticulación policial o militar? ¿Será suficiente para alcanzar la tranquilidad invadir un país tras otro en busca de supuestas armas de destrucción masiva? Si es así, nos queda mucho por llorar.

Madrid se ha desangrado; el miedo se ha apoderado de esta metrópoli abierta. Muchos madrileños no han sido capaces de dormir en los últimos días. Pero tras la tragedia, tras el terror, entre los escombros, entre los metales retorcidos y la sangre queda otra víctima olvidada, una víctima sin familiares, sin nombre, sin recuerdo. La información camina desorientada, desvirtuada, después de haber sido violada y torturada hasta límites insospechados.

El periodismo se ha convertido hoy en una víctima a la que nadie llora.

Escrito por: Marat.2004/03/18 08:00:00 GMT+1
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