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2002/11/13 08:00:00 GMT+1

La casa de citas

La casa de Gran Hermano se ha convertido en una casa de citas. No, señores de la Productora, no es necesario que echen mano de un abogado. Les voy a aclarar el asunto. No hay prueba alguna de que en esa casa se presten servicios sexuales a cambio de dinero, así que queda descartada la referencia más maliciosa. Al decir casa de citas, lo que pretendo es señalar que en ese recinto, vigilado las veinticuatro horas del día por cámaras, están naciendo palabros antológicos y sentencias sublimes desde un punto de vista léxico-culinario. El habitáculo de Guadalix de la Sierra pasa por ser una auténtica churrería de frases y sentencias que forman ya parte de las jergas callejeras y se cuelan entre los diálogos de esta España pendiente ahora del embotellamiento de una nueva cosecha política. Así, un veterano de la guerra de Bosnia -que suena muy peliculero- parió aquello de "no lloréis, no lloréis; que me voy a casar con ella". Desde luego, como futurólogo el chico no tenía precio. No sólo no se casó con la señorita de la cita - de nuevo sin malicia-, sino que la parejita feliz ha acabado a hostias televisivas, que son las que menos duelen, porque van acompañadas de cheques.

Otro elemento, de porte torero, facha terrorífica y acento híbrido llegó hasta la casa dispuesto a convertirse en un Poli Díaz de bolsillo, pero con las trazas de un secundario salido de cualquier película de Ozores. El susodicho respondía al nombre de Carlos y se hizo famoso por su insaciabilidad chulesca. "Te doy dos yoyas", repitió una y otra vez hasta que el temor de los responsables del programa terminó por convencerles de que el amigo estaba mejor fuera del caserío que dentro. Aquí no se cumplió la máxima de los quesitos, y el director dijo "no me fío".

Pero volvamos con el soldadito de los Balcanes, siempre dispuesto a entremezclarse con los grandes del pensamiento universal. Sólo de una mente privilegiada, únicamente de un portento imaginativo pudo nacer esa compleja, honda y punzante reflexión que paralizó salas de alterne, kioscos de golosinas, plazas de abastos, refinerías, oficinas de correos, parlamentos y confesionarios: "Pero, ¿quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?"

Así podríamos seguir hasta dar con todo un diccionario de citas, pero no es mi intención. Si lo quieren, que se lo curren los de la Productora. Material hay de sobra. Aunque este año, a decir verdad, la creación de léxico anda algo más vaga. El nivel de los concursantes es más bajo. Priman los zapatos de tacón, ideales a la hora de andar por casa. Aún así, estos jóvenes emprendedores no cesan de recurrir a grandes citas de la historia. Una tal Sonia la ha emprendido contra Bertín Osborne, asegurando que el monstruo de las rancheras mantuvo con ella más de una cita. Y como la citología no se refiere al estudio de éstas, habrá que esperar a que algún becario, de esos que el PP dice que no trabajan, invente algo al uso. Una ciencia, por ejemplo.

"La noche me confunde", espetó el otro día uno de los feriantes de Gran Hermano, en referencia a un ataque convulsivo que sufrió junto a una compañera de concurso y que terminó en un beso muy húmedo. ¡Como que fue en plena piscina! El autor de la frase demostró no ser un cualquiera. No, no se contentó con atrapar la frase al vuelo y añadirla a la situación -todo un logro-, sino que tuvo el pudor y el mérito de apuntar la autoría de la cita. "Yo, como Dinio: la noche me confunde".

Así que hemos pasado de las citas de Sócrates a las de Carlos el macarrilla; del "Sólo sé que no sé nada" al "Te doy dos Yoyas". Descartes se ha ido al garete y se pulen su "Cogito ergo sum" sin reparo alguno. Para la televisión tiene mucho más valor el recital de Fran, un joven pacense que dejó huella en una edición anterior de Gran Hermano: "El toro mecánico no sé si es macho o hembra, tendremos que mirarle sus partes". Galileo, Copérnico, Einstein y otros dejan su lugar a un tipo como Íñigo, capaz de explayarse tranquilamente con nuevas teorías: "El átomo es indivisible. Yo he visto una luz". Jesulín se ha convertido en un referente de culto con su "En dos palabras: Im... presionante". Y así todo.

Nada mejor que recurrir a otra cita para aceptar la realidad. El genial Groucho Marx, con cierta vena socrática, lo dejó muy claro: "La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia".

Escrito por: Marat.2002/11/13 08:00:00 GMT+1
Etiquetas: gran_hermano | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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