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2002/11/06 08:00:00 GMT+1

El señor de las gafas

Sí, el señor de las gafas. ¿No hay un señor de los anillos? Pues en la televisión española aparece un misterioso señor con lentes incorporadas que se ha convertido en una preocupación seria. En los últimos tiempos, los padres españoles con hijos pequeños deben afrontar un doble reto ante la innata e incansable curiosidad de sus retoños. Por un lado, explicar lo mejor posible sin caer en el hiperrealismo de dónde viene los niños. Por otro, descifrarles el enigma del señor de las gafas. Al primer escollo se suele responder echando mano de la cigüeña, argumento muy socorrido y que perdura hasta que algún adelantado del cole entra por sorpresa en la habitación de sus padres y constata in situ que de cigüeña nada. Pero la incógnita del hombre de las gafas es otro cantar. ¿Cómo explicarle cabalmente a un crío quién es ese señor, por qué actúa así, a qué obedece ese tic nervioso? Los niños viven con desconcierto sus apariciones televisivas. ¡Y no son pocas!

"¡Papá, ¿por qué hace esas cosas con las gafas ese señor? ¿Es qué no ve bien con ellas? Se va a hacer heridas en las sienes". La insistencia de los peques se hace insufrible. Convendría grabar con la ayuda de un vídeo el mayor número posible de imágenes en las que aparece ese hombre haciendo malabarismo con las gafas. Hay que estudiarlo a conciencia. Visionar, rebobinar, volver a visionar. Y así hasta la extenuación. Todo sea por hallar una respuesta.

Teorías hay muchas, pero ninguna científicamente probada. Además, tratándose de un político, la cosa se complica una barbaridad. Puede ser una simple maniobra estudiada y calculada para transmitir algo. Pero, ¿cómo comprender que alguien pueda ponerse y quitarse las gafas tantas veces en tan poco tiempo? ¿No será una especie de hipo vitalicio? ¿No estaremos frente a una promesa? ¿Quizá una penitencia? Sea lo que sea, se ha convertido en una verdadera cuestión metafísica. Los niños entienden que el presidente del Gobierno es un señor importante, comprenden que disfrute jugando al pádel y, quizá con algo más de dificultad, los más avezados lleguen a tragarse sin reparos que don José María lee a un tal Cernuda. Pero lo de las gafas... Ese manejo compulsivo, espasmódico y eléctrico... No, eso hay que explicárselo a los críos concienzudamente. A un niño no se le puede dar a leer a Umbral, quien el día después de que Aznar ganase las elecciones de 1996 escribía: «Aznar es directamente un baldado intelectual que se beneficia de la mala gestión del Gobierno. ¿Quién va a llevar España a partir de hoy? Un político acuñado y viejo, convertido en un comicastro de las palabras, y un eterno aprendiz, un mediocre. España, pues, sigue condenada a la cutreidad (...) Aznar está condenado a la sentencia de Oscar Wilde: "Un tonto jamás se repone de un éxito"». No, los niños no lo entenderían. Además, esto que comenta Umbral puede no resultar un motivo de peso para buscar el origen el tic del presidente.

Quizá pretenda dar la sensación de franqueza, pues algunos expertos en comunicación política están convencidos de que quitarse las gafas es una muestra de la franqueza del interlocutor. En ese caso, el señor de las gafas, Aznar, lo que quiere es dar la apariencia de actuar con franqueza. Sé que no suena bien, pero a fin de cuentas, lo que Aznar pretende es presentarse como franco. Y esto no se le puede explicar fácilmente ni a un niño ni a un adulto.

Escrito por: Marat.2002/11/06 08:00:00 GMT+1
Etiquetas: josé_maría-aznar | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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