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2002/12/04 06:00:00 GMT+1

Divertirse hasta morir

La bandera ondea a media asta. A esta bandera no le han rendido ningún homenaje. Parece una bandera pirata, pero no lo es tanto. Había una pizca de sal en su simbología, pero no el picante insurrecto de una calavera sobre el fondo negro. Hasta aquí llegó. Era quizá la única fuente a la que se asomaban los sedientos más exigentes, aquellos que prefieren beber su orgullo con los labios agrietados por la sed a paladear el agua embotellada de los pozos de la corrupción y el olvido. Quizá. El olvido.

Ya cerraron la grieta por la que entraba esa luz sigilosa, tímida pero osada, mostrando las vergüenzas de la tiranía de los mediocres. Demasiada claridad para quienes se alimentan de la oscuridad y los silencios. Demasiada libertad, demasiado desparpajo, demasiada osadía, demasiado atrevimiento, demasiado sarcasmo, demasiadas sonrisas ajenas, demasiado humor, demasiado aire...

Son más muertos. Muertos relevantes. Sucede con esto lo mismo que con los muertos de la carretera. Miles de anónimos llorados en la intimidad. Sólo nos ponemos el cinturón de seguridad cuando un famoso cambia la carrocería de un automóvil por las paredes de un féretro. Sí, son muertos que nos resultaban conocidos. Han muerto con una sonrisa irónica en los labios, mientras escuchaban agonizando ese "El último que ríe, ríe mejor". Se cumplió la profecía; el pronunciamiento dio sus frutos. Cautivos y desarmados fueron ejecutados mientras un lápiz tembloroso de ira firmaba el cumplimiento de la sentencia. A pesar del dolor, el funeral se celebrará en la intimidad. Será difícil conocer dónde tendrá lugar. Sus memorias yacen ya en fosas comunes. Ahí, donde los sueños y las razones del hombre fueron enterradas tantas veces como revivieron en almas insatisfechas.

Neil Postman escribió un libro sobre la televisión titulado "Divertirse hasta morir". Y eso es lo que han hecho estos hombres de negro. Ironías de la vida: las mismas gafas negras que regalaban han servido para que los verdugos ocultasen sus miradas burbujeantes de venganza. Venganza contra la irreverente costumbre de tocar las pelotas al Poder. Ni siquiera han soportado ese cosquilleo, porque ellos, los muertos, nunca utilizaron la fuerza. Más bien, fueron suaves, bufones inteligentes que hacían reír incluso al rey (claro, para eso están los bufones). Quizá fue esto lo que no soportaron sus asesinos. El drama está servido. Contradiciendo a Victor Hugo, habrá que asegurar que El rey ya no se divierte. Siempre fue tiempo de dramas, pero Jacques Brel nos llenó los ojos de lágrimas de esperanza: On a vu souvent / rejaillir le feu / de l´ancien volcan / qu'on croyait trop vieux. («A menudo se ha visto / resurgir el fuego / de un antiguo volcán / que creíamos apagado».)

Y la esperanza nos mantiene despiertos, como volcanes amenazantes, frente a la injusticia. Eso siempre, caiga quien caiga.

Escrito por: Marat.2002/12/04 06:00:00 GMT+1
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