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2002/06/12 06:00:00 GMT+2

Vísperas del 15-J

Supongo que tendré que volver en los próximos días sobre el 25º aniversario de las elecciones del 15-J. Hoy me limitaré a poner en cuestión el adjetivo con el que se las ha bautizado.

Se dice que fueron «las primeras elecciones democráticas». Lo correcto sería decir que fueron las primeras elecciones con partidos. Sin más.

Para que cupiera calificar de «democráticos» aquellos comicios, sería de rigor, para empezar, que todos los partidos hubieran podido concurrir a ellos libremente. Pero no fue así. A aquellas alturas del año 1977, todavía había partidos en la ilegalidad. Era el caso de las organizaciones de la extrema izquierda (y también del Partido Carlista, cuya presencia política molestaba al ya entonces llamado «rey de todos los españoles»).

Habrá muchos que se pregunten qué trascendencia podía tener que unas cuantas agrupaciones políticas no pudieran presentar sus propias listas. Dejando a un lado el hecho de que aquellos grupos no fueran por entonces tan pequeños -contaban con organizaciones bastante más numerosas y activas que la del recién refundado PSOE (aunque, eso sí, con muchísimo menos dinero)-, la importancia del hecho estaba en que ponía a prueba el grado de sumisión al nuevo orden de los partidos antifranquistas que sí habían sido legalizados.

El conjunto de la oposición antifranquista había dicho: «O todos o ninguno». Suárez contestó: «Algunos». Y ellos tragaron.

Los hubo que no sólo tragaron, sino que el bocado les pareció bastante apetecible. Hoy se sabe ya que el PSOE presionó a Suárez para que retrasara la legalización del PCE: quería ganar tiempo para recortar la distancia organizativa que le separaba de los comunistas de Carrillo, que constituían -después de la UCD, que tenía a su disposición el aparato del anterior régimen- la fuerza política más y mejor estructurada.

No sólo la plena libertad de asociación brillaba por su ausencia. Lo mismo pasaba con otras libertades. La de expresión, muy especialmente. Tengo motivos personales muy sólidos para recordarlo. En los primeros meses de 1977, montamos toda la infraestructura necesaria para plantar en la calle una revista quincenal de izquierda radical, Saida. Pero hubimos de esperar varios meses antes de llevarla efectivamente a los kioscos, porque el Ministerio de Información no nos concedía el permiso necesario. Al final tuvo a bien concedérnoslo... a escasos días de las elecciones, cuando ya nuestro potencial de impertinencia estaba prácticamente neutralizado. Por lo demás, apenas hubo número de la revista que no nos condujera a declarar ante uno u otro juez, civil o militar. En el plazo de pocas semanas, cinco colaboradores de la revista estaban ya en la cárcel.

¡«Elecciones democráticas»! Comprendo perfectamente que los dos partidos que se aprovecharon de aquel enjuague -el PP, heredero de los neofranquistas de 1977, y el PSOE, convertido desde entonces en su privilegiado partenaire- festejen la broma por todo lo alto. Pero los demás no veo yo qué narices pintamos en esa fiesta.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (12 de junio de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de abril de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/06/12 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: 2002 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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