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1998/08/11 07:00:00 GMT+2

Víctimas inocentes

Kenia, Nairobi. Leo el correo electrónico que me envía María, mi amiga del alma. Ahora está trabajando allí. «Qué animalada. Ha sido horrible. No puedes imaginar lo concurrida que está esa zona siempre. Todo son oficinas, paradas de autobús...». Reconozco mi mezquindad: cuando supe del brutal atentado, sólo pensé en ella.

«Esa es la cara más repugnante de los terroristas», oigo que dice un experto por la radio. «Querían matar norteamericanos, pero han matado sobre todo africanos». No entiendo. Si hubieran asesinado a más norteamericanos que africanos, ¿habrían sido menos repugnantes? ¿Y si hubieran pillado a María, que es de Talavera, a medio camino entre Washington y Nairobi?

No soporto los discursos sobre víctimas inocentes. Para quienes rechazamos la pena de muerte -todas las penas de muerte-, las víctimas producidas por actos de violencia voluntaria son siempre inocentes, por definición.

Pero tampoco puedo aceptar la hipocresía de quienes pretenden que los terroristas de Nairobi y Dar as Salam son de otro planeta.

Para los causantes de esa odiosa masacre, los centenares de muertos causados por sus bombas son sólo efectos colaterales. No querían matarlos: han caído, víctimas de un mal necesario. Qué se le va a hacer.

No son ellos los inventores de ese lenguaje. El Gobierno de los EE.UU. tiene la patente.

Estallaban las bombas de Kenia y Tanzania, y en ese momento se conmemoraba en Japón el horror de Nagasaki. Allí murieron 70.000 personas. 70.000 víctimas inocentes. Un daño colateral 35.000 veces superior al de Nairobi y Dar as Salam.

¿Integristas fanáticos? Los hay para todos los gustos... y disgustos. Los hay prestos a justificar lo que sea -y más- en nombre del islam, pero también los hay dispuestos a cerrar los ojos a cualquier barbarie realizada en nombre de la defensa de Occidente. Toda guerra, de alta o de baja intensidad, declarada o clandestina, se fundamenta en la admisión de los daños colaterales. Se producen muertes no deseadas, pero inevitables. ¿Qué son, ante la majestad de la causa?

Hablan de Milosevic, hablan de los degolladores argelinos, hablan de Pol Pot y Camboya. Pueden hacerlo libremente, puesto que ellos dictan cómo se escribe la Historia. Pero eso no los hace mejores. Cada vez que sus intereses superiores han corrido peligro -o cada vez que ellos han considerado que podían estar comprometidos, aunque no fuera verdad-, han actuado con la misma fría determinación asesina. Y han matado. Por cientos, por decenas de miles. A quienes no tenían nada que ver en sus litigios. A inocentes.

Dresde. Hiroshima. Argel. Mi Lai.

Tantas veces. En tantas partes.

Nairobi. Dar as Salam.

Son iguales.

Javier Ortiz. El Mundo (11 de agosto de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 9 de agosto de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/08/11 07:00:00 GMT+2
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