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2002/03/04 06:00:00 GMT+1

Vergüenza

Transcurría ayer el segundo tiempo del partido de fútbol Athlétic de Bilbao-Unión Deportiva Las Palmas cuando, «en un lance del juego» -como suelen escribir los árbitros en sus actas-, un jugador del equipo canario arreó una patada a otro del Athlétic. Fue una fea patada, sin duda, pero no llamativamente más fea que bastantes de las muchas que se repartieron con notable generosidad los contendientes a lo largo de los 94 minutos del encuentro.

Los espectadores de San Mamés no lo entendieron así, y una parte de ellos optó por manifestar sonoramente su enfado coreando un grito muy rotundo: «¡Españoles, hijos de puta!».

Ignoro qué porcentaje del público se apuntó al coro. Yo estaba viendo/escuchando la cosa por Canal +, que optó por hacer como si no pasara nada y, desde luego, no enfocó a las gradas. En todo caso, sonó como un grito masivo. Por resumir: no eran cincuenta los gritones. Ni doscientos.

Como vasco, sentí una profundísima vergüenza.

Eso no fue un grito. Fue un rebuzno, propio de gente cuyas neuroncillas no dan para diferenciar el culo de las témporas. ¿Qué litigios tenemos los vascos con el conjunto del pueblo español, fuera de los inducidos por quienes sacan provecho de las querellas entre los pueblos?

Se me dirá que no es nada infrecuente que, cuando los equipos vascos visitan determinados estadios, una parte del público coree consignas semejantes, o incluso peores. Es verdad; puedo certificarlo. En cierta ocasión -hace muchos años, cuando aún acudía de vez en cuando a presenciar partidos de fútbol-, me tocó aguantar en el Vicente Calderón a cientos de energúmenos que gritaron a los jugadores de la Real Sociedad «¡Vascos, hijos de puta!» y «¡Vascos, asesinos!» (y que se lo gritaron, además, desde que salieron al campo, cuando aún no habían tenido ocasión de hacer nada, ni para bien ni para mal).

Me da igual. Nunca he considerado que la barbarie ajena justifique la propia. Que algunos madrileños se empeñen en demostrar que su españolidad es agresiva y excluyente no exime en absoluto de responsabilidad a los vascos que alientan un nacionalismo igual de prepotente, exaltador del odio entre los pueblos.

No es que ignorara que algunos nacionalistas vascos son así. Pero me siento irremediablemente abochornado cuando los veo en acción.

Lo cual sea dicho, además, sin entrar en el análisis del españolísimo insulto al que recurrieron.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (4 de marzo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de marzo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/03/04 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2002 real_sociedad diario fútbol | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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