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2002/05/04 06:00:00 GMT+2

Veinte años

Escuché ayer en la radio que ha muerto José Luis Lassaleta, ex alcalde de Alicante. Me vino inmediatamente a la memoria la consigna de una manifestación: «¡Qué jeta, Lassaleta, subir una peseta!». Y un suceso: la riada que sufrió Alicante durante su mandato. «Hace ahora veinte años», dijeron en el informativo.

No recuerdo qué tal fue Lassaleta como alcalde. Supongo que malo, para variar. Alicante los colecciona.

Lo de la consigna de la peseta nació por la subida del precio del autobús urbano. Me acuerdo de ella sólo porque me hizo gracia el ripio. No fue ningún acontecimiento.

La riada, en cambio, la recuerdo muy bien.

De lo que no tenía conciencia es de que se cumplieran ahora veinte años.

Vine de Madrid para hacer un reportaje y lo viví todo de muy cerca.

Fue por aquel tiempo cuando empecé a frecuentar Alicante. Había estado ya dos o tres veces por la zona, sí, pero como se pasa por tantas: que si una reunión, que si una charla, que si un par de días de asueto. Esta vez llegué, como quien dice, para quedarme. Desde entonces he venido cada dos por tres. Al principio, a casa de una amiga con la que tuve amores. Luego ya a mi propio refugio de Aiguës.

Veinte años. El tópico mueve a pensar aquello de «¡Si parece que fue ayer!». O a echar mano del tango: «Que veinte años no es nada». Mi sensación es exactamente la opuesta: siento como si hubiera transcurrido un siglo. No me sale decir: «¿Veinte años ya?» sino: «¿Sólo veinte años?». Es como un siglo. Un siglo en la memoria. Un siglo de sentimientos. Un siglo sobre estas doloridas espaldas que apenas me permiten ya escribir, las muy cabronas.

Supongo que debería estar contento: en 54 años he vivido probablemente más que la mayoría de los hombres en toda su vida. He conocido la tira de sitios -lo que tampoco me importa gran cosa: soy viajero a mi pesar-, he hecho cientos de amigos -cientos, y no exagero: de eso sí que me enorgullezco-, he disfrutado de momentos inolvidables, de compañías maravillosas, de manjares exquisitos... Y por volver a los tópicos: tengo dos hijas, en mi casa hay un centenar de árboles... y he escrito ni sé cuanto: lo que no está escrito.

Pero me da rabia que me salga hacer balance. Por amplio que resulte el haber y magro el debe.

Era yo muy niño cuando le oí decir al abuelo de un amigo: «No se es rico por lo que se tiene, sino por lo que se gasta». Me temo que él hablaba de bancos, pero yo lo apliqué a la vida.

Sé qué debería pensar: «¿Que han pasado veinte años? Pues qué bien. ¡A por los siguientes veinte!».

El espíritu es fuerte, pero la carne es débil.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (4 de mayo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de abril de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/05/04 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: 2002 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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