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2003/05/04 07:00:00 GMT+2

Una práctica nada ejemplar

Me pide El Mundo, para su sección dominical En la Red, que responda a la pregunta: «¿Se identifica usted con los valores e ideas que representa Juan Pablo II?». He remitido esta respuesta.

Distante de la Iglesia católica, de sus creencias y de sus ritos -pero respetuoso con las unas y con los otros en la medida en que sus partidarios no pretendan imponérmelos-, se entenderá que renuncie a hacer una crítica interna de la labor pontifical de Karol Wojtyla, también llamado Juan Pablo II. Ni me corresponde ni me interesa dilucidar si se atiene con más o menos rigor a los principios fundacionales de esa fe, ni si su labor ha sido mejor o peor de cara a mantener y expandir tales principios.

A cambio, puedo -y debo, como ciudadano del mundo- juzgar su papel como jefe de un Estado que, por minúsculo que sea, goza de plena personalidad jurídica a escala internacional. Lo cual le permite, ya para empezar, ser miembro observador permanente de las Naciones Unidas con derecho a voz y voto, privilegio que viene utilizando sistemáticamente para impedir que determinadas Conferencias internacionales (muy particularmente las dedicadas a los problemas del Medio Ambiente, de Población y Desarrollo y de la Mujer) adopten resoluciones basadas en principios de sanidad, igualdad y bienestar que la Santa Sede considera contrarias a sus particulares doctrinas. Resulta especialmente llamativo e irritante, desde criterios estrictamente laicos, que la ONU acepte que haya un Estado que pueda imponer al mundo entero su santa voluntad vetando tales o cuales acuerdos mundiales, mientras él mismo, en su propio territorio, se niega a reconocer los derechos y libertades establecidos por todos los tratados internacionales, empezando por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. (En efecto, y como es bien sabido, el Estado Vaticano no admite la ciudadanía de mujeres y niños, rechaza la igualdad jurídica de los sexos, se opone al sufragio universal en la elección de sus dirigentes y proscribe las libertades cívicas más elementales.)

Es enorme la responsabilidad que recae sobre Juan Pablo II y la alta jerarquía católica por su rechazo militante de las medidas de profilaxis sexual y de control de la natalidad en los países depauperados del Tercer Mundo. Su responsabilidad no es todavía mayor porque muy buena parte de los sacerdotes y monjas que trabajan sobre el terreno han hecho caso omiso de la doctrina oficial y han favorecido el uso de profilácticos y el control de la natalidad.

Es verdad, junto a esto, que el jefe de la Iglesia católica ha manifestado también un interés cierto por los problemas sociales y, en los últimos tiempos, un rechazo firme de las prácticas belicosas de los Estados Unidos y de sus guerras «preventivas». Pero está lejos de compensar con ello el capítulo anterior. Sobre todo porque esas preocupaciones y esos rechazos se quedan siempre en el plano de las declaraciones más o menos retóricas, sin verse nunca acompañadas de medidas de repudio concretas y contundentes. Hágase la lista de sus condenas ad hominem: a ver cuantos jefes de Estado o de Gobierno occidentales figuran en ella.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social y El Mundo (4 de mayo de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/05/04 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: el_mundo diario 2003 iglesia estado juan_pablo_ii | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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