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2003/04/08 06:00:00 GMT+2

Un país serio

«España no solamente tiene que ser considerado un país simpático; tiene que ser un país serio». Oí ayer esas declaraciones de José María Aznar en la radio del taxi que me traía a casa, una vez concluido el acto de presentación del libro Washington contra el mundo, fruto del trabajo de colaboración entre el periódico electrónico Rebelión.org y la editorial Foca, de la que soy ahora director de colección. Al inicio del acto, en el que intervinieron también Pascual Serrano y Carlos Taibo -ambos coautores del libro colectivo y el primero también uno de los responsables de Rebelión.org- comuniqué al público, que llenaba la sala, la terrible noticia de la muerte de Julio A. Parrado. La mala nueva cayó como un mazazo.

Estuve medio flotando durante todo el acto.

A veces me cuesta asimilar la realidad. Especialmente cuando es tan tremenda. Y tan absurda.

Julio firmaba poniendo sólo la inicial de su primer apellido no sólo para ahorrarse problemas en los EUA con la costumbre local de mencionar el second name (el segundo nombre de pila), entero o como inicial, sino también para evitarse aquí mismo el incordio del: «Ah, ¿eres su hijo?». Porque, como ya para estas alturas sabe todo el mundo -ya da igual-, Julio A. Parrado era Julio Anguita Parrado, primogénito de quien fuera coordinador general de Izquierda Unida y de la teniente de alcalde de Córdoba Antonia Parrado. Julio Anguita es, precisamente, otro de los autores de Washington contra el mundo.

Regresaba yo a casa en taxi, ya digo, y escuché la declaración de Aznar: «España no solamente tiene que ser considerado un país simpático; tiene que ser un país serio».

Si no viviera en estado de indignación permanente, habría pegado un bote de ira. ¿De qué irá este personaje grotesco? ¿Sólo son serios los países que se meten de hoz y coz en las guerras más absurdas y criminales? ¿Y qué tiene de malo ser un país simpático?

Pero me dije que, mirado el asunto con perspectiva, bien podía decirse que Aznar había acertado, así fuera sin querer. Al contraponer «serio» a «simpático», abrió una mirilla por la que cabe asomarse a su subconsciente.

Él quiere que España sea un país triste.

Y lo está consiguiendo. Hoy somos muchísimos los que estamos particularmente tristes.

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Conocí a Julio Anguita Parrado hace algo así como una década, cuando se incorporó al periódico. Entró como currito de la sección de Internacional. Era por el tiempo en que yo regresé de Bilbao, donde había pasado un año montando El Mundo del País Vasco. Ocupábamos las posiciones más alejadas de la planta primera del edificio de Pradillo, 42, pero solía pasar a su lado cuando acudía a visitar a Ricardo y Nacho, o a Ulises Culebro, o a consultar alguna cosa en Documentación. Luego trasladaron la sección de Internacional a una zona más cercana de la mía, pero ya por entonces se marchó a reforzar el equipo de corresponsales de El Mundo en los Estados Unidos.

Supongo que él sabía que tengo una buena relación de amistad con su padre, y yo sabía, por supuesto, que era hijo de quien era, y que, precisamente por eso, ambos nos retraíamos, para no dar por sobreentendida una familiaridad intermediada. Estaba, además, la diferencia de edad. Nos sonreíamos, nos saludábamos, pero apenas debimos de charlar unos minutos en varios años, y siempre sobre cuestiones profesionales.

Lo apreciaba por su espíritu concienzudo, por su instinto periodístico y por su gusto evidente -y nada corriente- por el trabajo bien hecho. Desde que llegó a los EUA, su estilo fue haciéndose más suelto, más seguro de sí mismo. Se notaba que tenía a su lado a Carlos Fresneda, tan buena persona como excelente escritor.

Supongo que la mayoría de las veces las cosas así se dicen por protocolo, pero no es éste el caso: Anguita Parrado estaba destinado a ser un buen periodista. No un figurón, desde luego, pero sí una garantía de calidad y rigor.

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Y, mientras veíamos el horror, y por primera vez lo sentíamos tan cercano -ojos que ven, corazón que siente-, la Bolsa subía con alegre desenfado y el precio del petróleo descendía de manera espectacular.

Sí, Julio, tienes toda la razón: malditas las guerras, malditos los que las promueven, malditos los que hacen de ellas su negocio.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (8 de abril de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de marzo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2003/04/08 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: periodismo julio_parrado violencia usa irak guerra diario 2003 muerte | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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