Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

1994/09/10 07:00:00 GMT+2

Tránsfugas

Ernest Lluch prometió la pasada semana que su siguiente artículo en La Vanguardia lo dedicaría a hablar sobre un conocido converso. Lo he esperado expectante, porque el asunto de los conversos y los tránsfugas me apasiona, y quería ver cómo lo abordaba Lluch, en concreto. Al final, ha escrito sobre otro tema. Se ve que, por alguna razón específica, ha cambiado de idea sobre la marcha. Qué pena.

En España, los tránsfugas tienen muy mala prensa. Cada vez que un político deja su partido y se mete en otro -como hizo el propio Lluch-, los comentaristas de la cosa lo ponen a caldo, tildándolo de converso, chaquetero y oportunista, si es que no de vendido.

A mí, los tránsfugas de siglas no me preocupan tanto como los tránsfugas de ideas. Porque, en contra de la creencia general, no hay un solo modo de practicar el transfuguismo: hay quienes se salen de un partido y se van a otro, pero hay también quienes mudan de ideas y se pasan a las nuevas con partido y todo, y quienes cambian de bando con armas y bagajes, sin que haya siglas de por medio.

Tómese el caso de los dirigentes del PSOE. Se trata de un ejemplo arquetípico de transfuguismo en masa. Comparen lo que González y los suyos postulaban allá por 1977 con lo que hacen hoy y comprobarán que eso no es una evolución cualquiera, sino toda una deserción ideológica colectiva: han pasado de los discursos anticapitalistas a los panegíricos neoliberales, de los denuestos contra la OTAN al sillón en el alto mando atlantista, de la exigencia de disolución de los cuerpos represivos a la condecoración de torturadores y a la organización de los GAL... ¿Habremos de considerar que no son tránsfugas por el simple hecho de que han desertado en orden compacto, llevándose hasta las siglas? No me parece razonable.

Para clasificar a alguien como tránsfuga no hace falta que haya siglas de por medio. Hace un año, Bi-Belloch no militaba en ningún partido político; ahora tampoco, y sin embargo él es el tránsfuga más llamativo de los últimos tiempos.

¿Cómo diferenciar al tránsfuga ideológico de la persona que cambia de ideas, sin más, porque las que tenía ya no le convencen? Es fácil. El perfecto tránsfuga ideológico no falla: en primer lugar, nunca admite que ha cambiado de bando, por muy evidente que resulte (ejemplo, Felipe González sobre la reforma laboral: «En mi trabajo como abogado laboralista me dí cuenta de la indefensión de los empresarios»); en segundo término, siempre se las arregla para cambiar en aquello que le permite promocionarse y hacer carrera (ejemplo, Belloch a Garzón: «Tú tuviste tu momento; ahora es mi momento»).

Que un concejalillo del PSOE se pase al PP, o a la inversa, puede resultar más o menos bochornoso, pero nunca demasiado inquietante. Son muchísimo más temibles los tránsfugas ideológicos. Porque, en rigor, el tránsfuga ideológico no cambia de principios.

Se limita a no tenerlos.

Javier Ortiz. El Mundo (10 de septiembre de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 14 de septiembre de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1994/09/10 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: españa ernest_lluch transfuguismo 1994 el_mundo | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

Comentarios

Tenemos el caso de Rosa Aguilar, tránsfuga por ideas pero sin principios, más peligrosa aún como dice Ortiz.



Escrito por: Juan.2011/09/14 09:59:24.542000 GMT+2
www.rebelion.org

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)