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2000/11/12 06:00:00 GMT+1

Todo puede siempre empeorar

Llegada al aeropuerto de Singapur a las 9:30 del sábado. Las 2:30 de la madrugada, hora de Madrid.

El aeropuerto de Singapur es, por sí solo, toda una ciudad. Su Duty Free es del tamaño de un Corte Inglés. Me limito a comprar unos puros fililpinos para liquidar los dólares singapureños que me quedan, una vez avisado de que esa moneda no cotiza en España.

-Siempre puede quedárselos de recuerdo -me apunta Paula, la eficiente guía que nos ha paseado por la ciudad. (Que ha paseado a los que se han dejado, porque yo opté por independizarme).

¿Y para qué puedo querer yo un recuerdo de Singapur? Es una ciudad para el olvido.

Embarcamos a las 12:00 del mediodía, hora local. Es decir, a las 5 de la madrugada de España.

Recomienza la tortura. 14 horas de vuelo sin fumar y con la Singapore Airlines empeñada en darnos de comer todo tipo de bazofias de olores imborrables, recubiertas con las especias más picantes. Dormito, leo sin lograr concentrarme y veo películas verdaderamente prescindibles. La menos mala, Gladiator, un triste sucedáneo del Espartaco de Kubrick-Trumbo-Douglas. Ésta no se toma ningún trabajo en respetar la Historia, pero que por lo menos se las arregla para aburrir poco. Me bebo doce litros de cerveza y dieciséis de whisky, tratando de olvidar que estoy en ese avión. Sin éxito.

Al fin, llegamos a Londres. Ahora nos toca correr para enlazar con el avión que va a llevarnos a Madrid. Lo cogemos casi por los pelos. Son ya algo así como las 23:00 horas. He perdido la cuenta del tiempo que llevamos en este horror.

Durante el vuelo hacia Madrid, nos informan de que las cosas han empeorado sustancialmente: nuestras maletas se han quedado en Londres. Alguien dice que eso confirma la Ley de Murphy, que asegura que todo lo que puede ir mal va mal. Respondo que Machado se adelantó: escribió en su Juan de Mairena que nada es absolutamente inimpeorable.

Los demás se lo toman con buen humor. Yo sigo haciendo oposiciones para el puesto de cascarrabias mayor del reino.

Tomamos tierra en Madrid. Pongo el reloj en hora. Ya es domingo.

Reclamación de las maletas. Papeles. Cuando llego a casa caigo fulminado sobre la cama. Señor, qué semana.

Ahora, ya medio despierto -sólo medio-, compruebo que hay montones de cosas imprescindibles que están guardadas en las maletas perdidas. Entre ellas, el material de la página web. Escribo esto en puro bricolaje informático.

Mañana será otro día. Espero.

No sé de qué me quejo. Por lo menos no nos han estrellado.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (12 de noviembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/11/12 06:00:00 GMT+1
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