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2002/10/02 06:00:00 GMT+2

Todas direcciones

Vengo diciendo desde hace tiempo que la opinión pública española tiene unas tragaderas verdaderamente excepcionales, que le permiten aceptar los mayores disparates, siempre, eso sí, que se los presenten revestidos de autoridad y con mucho aplomo. Es una tesis que suelo sacar a pasear a propósito de unos u otros asuntos políticos, pero lo cierto es que podría hacerla extensiva a casi todos los ámbitos de la humana existencia.

Pondré un ejemplo nada politizado. Ayer pasé por una rotonda que existe a las afueras de una población de la periferia capitalina. Se trata de una rotonda que tiene cuatro posibles salidas. Al borde de una de ellas, una indicación de tráfico de ésas que terminan en forma de flecha dice: «Todas direcciones». He aquí un inmejorable ejemplo del desprecio por la lógica que exhiben las autoridades y que los españoles soportan sin decir ni pío o, lo que es peor, sin siquiera darse cuenta.

Si una rotonda tiene cuatro salidas, es porque hay cuatro caminos teóricamente practicables, cada uno de los cuales dirigirá hacia algún sitio (o hacia varios). En consecuencia, si Tráfico afirma que uno de esos caminos nos lleva a todas (las) direcciones, miente.

En el caso de la rotonda de la que estoy hablando, la mentira oficial es particularmente molesta para mí, puesto que la salida que aparece indicada con el letrero «Todas direcciones» no lleva en absoluto adonde voy yo, sino que conduce, dando un cierto rodeo, a la carretera de la que procedo. Lo cual dista de ser insignificante, porque esa carretera es una autovía de la que no se sale así como así. Como no es la primera vez que paso por la rotondita de las narices, ya no me dejo engañar. Pero la primera vez que caí en sus garras indicativas me la jugó bien jugada.

El asunto no es que esa señal esté mal puesta. Es que no debería existir. No deberían haberla fabricado. Sin más. Porque un letrero que indica que una carretera nos encamina a todas (las) direcciones es lisa y llanamente un disparate. Para que esa salida nos condujera a cualquier destino tendría que ser por fuerza la única que hubiera. En cuyo caso no sería necesario distinguirla de ningún modo.

Detengámonos a considerar el problema en su conjunto. Tenemos:

1) Un funcionario de la DGT que pensó que era buena idea fabricar unas señales con la leyenda «Todas direcciones» (así, sin artículo ni nada). Eso, a decir verdad, no resulta particularmente grave.

2) Unos jefes que aprobaron el proyecto con toda la seriedad del mundo y que le asignaron la partida presupuestaria correspondiente. Eso ya está bastante peor.

Y, en fin, 3) Toneladas y toneladas de gente -cientos de miles, millones de personas- dispuestas a toparse día tras día con las señales en cuestión y no pararse a pensar si tienen algún sentido, lo que las conduciría a concluir de inmediato que no. Esto último es, con diferencia, lo más deprimente.

Pero había dicho que hoy iba a dejar la política al margen, así que abandono la reflexión en este punto.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (2 de octubre de 2002) y El Mundo (12 de octubre de 2002). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 16 de enero de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/10/02 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: 2002 jor diario el_mundo tráfico | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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