¿Que se trata de energúmenos? Por supuesto. ¿Que son capaces de agredir a cualquiera que se les ponga por delante, llegado el caso? Sin duda. ¿Que lo suyo no tiene relación con la política? Quia. Vaya que sí la tiene.
La política no es sólo lo que hacen los partidos y sus militantes. Se puede muy bien hacer política por libre. O en grupo, pero sin necesidad de presentarse a las elecciones ni de interesarse en absoluto por lo que se hace o se deja de hacer en el Parlamento. No hay más que observar las manifestaciones de estas peñas ultras -incluidas las escritas- para comprobar que están muy ideologizadas, es decir, muy politizadas. Son fascistas. Fascistas a la española: joseantonianas. Lo de menos es su veneración por la simbología nazi; lo de más, su sistemática recurrencia a las constantes de la primera Falange: la exaltación de la Patria, el odio hacia los separatismos, el sectarismo -sólo los suyos merecen la pena; el resto es pura escoria-, «la virilidad» -hay que tenerlos bien plantados- y, claro está, la dialéctica de los puños y las pistolas.
Podían haber apuñalado a un marica, evidentemente, o a un madridista -el polo opuesto de su secta-, pero un seguidor de la Real Sociedad les cuadraba mucho mejor. ¿Qué es a fin de cuentas un donostiarra, más que un etarra en potencia, si es que no en acto?
No pensemos tampoco que su odio hacia los vascos es una peculiaridad extraña. Quienes asistieron al partido posterior al crimen saben que no fueron diez, ni cien, sino muchos miles, los que corearon una y otra vez consignas anti-vascas. ¡Vascos, hijos de puta! parece que fue la gracia que gozó de un favor más general. Allá el que quiera creerse que lo de Vascos sí, ETA no -un hallazgo de los expertos en mercadotecnia del Cesid- caló a fondo en los corazones de cuantos lo gritaron hace año y medio. Aún anteayer, escuché a madrileños muy de orden, que jamás de los jamases pegarían a nadie por ideas, comentar el hecho de que los jugadores de la Real vayan a lucir en sus camisetas, mañana en el Bernabeu, el nombre de Aitor Zabaleta. «Es una provocación», dijeron.
No me sorprendí. Ya casi nada me sorprende.
Hubo un tiempo en el que, cuando me preguntaban en Madrid por mi origen y respondía que soy vasco, la mayoría me sonreía. Ahora me conformo con que se limiten a un discreto «Ah, ya».
Javier Ortiz. El Mundo (13 de diciembre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de diciembre de 2012.
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