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1994/08/17 07:00:00 GMT+2

Subcomandante Marcos

Siempre que aparece en público, el máximo líder de los rebeldes zapatistas de Chiapas, el que se identifica como «subcomandante Marcos», cubre su rostro con un pasamontañas.

¿Por qué? ¿Por qué ese interés en ocultar su identidad? ¿Por qué ese empeño en aparecer como un hombre «sin rostro y sin nombre», según se ha autodefinido? No es por mor de la clandestinidad. Él mismo lo ha aclarado: no pretende proteger su seguridad, sino su anonimato. No quiere ser una figura política; no quiere popularidad para su persona. Ni siquiera desea ser «comandante» del improvisado Ejército Zapatista de Liberación Nacional: ha elegido el grado de «subcomandante», para mejor subrayar su desinterés por la pompa y los títulos.

Hace apenas un par de semanas, el «subcomandante Marcos» envió una carta al escritor Carlos Fuentes invitándolo a unirse a la Convención Nacional Democrática, con la que los zapatistas han patrocinado la creación de un amplio movimiento de resistencia civil y pacífica. El escrito -de muy notable calidad literaria, dicho sea de paso- sirve al líder guerrillero para exponer la visión que tiene de su lucha, cuyas contradicciones asume: sabe que es perverso empuñar las armas para ganar la paz, como lo es matar en defensa de una vida más digna. Teme las armas con las que lucha y es consciente de que muchas veces las negras noches de ignominia no dan paso a las bellas luces del alba, sino -dice, expropiando el título del gran Celso Emilio Ferreiro- a «otra larga noche de piedra».

Las revoluciones de orientación comunista han resultado todas ellas víctimas de esa contradicción: los aparatos de poder que formaron para vencer a sus enemigos, hacerse con el poder político y encaminarse a la realización de su ideal -acabar con la explotación y opresión de la mayoría del pueblo- fueron poco a poco poniéndose al servicio de otra exigencia, harto menos noble: la de mantenerse en el Poder.

¿Puede una Revolución no caer en eso? ¿Es posible servirse de métodos autoritarios -y nada más autoritario que un arma de fuego- sin perder la repugnancia por el autoritarismo? ¿Cabe ser reconocido como líder de un movimiento de estas características sin endiosarse, y alcanzar la victoria y no sentirse imprescindible hasta convertirse en dictador? Por lo que voy sabiendo del «subcomandante Marcos», creo que ninguna de estas preguntas le cogería de nuevas. Y que en el «sub» de su título, en su definición del aire de cambio que flota en México «a la vez como una caricia y como una intimidación», en su lúcido temor a que tras la noche de hoy caiga otra noche oscura del alma y en el celo con el que cuida su anonimato se perciben ya algunos elementos positivos de respuesta.

«Ustedes -le contestó Carlos Fuentes al zapatista- son, en el Tercer Mundo, los primeros actores del postcomunismo».

Ojalá no se equivoque.

Javier Ortiz. El Mundo (17 de agosto de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de agosto de 2010.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1994/08/17 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: subcomandante_marcos 1994 antología méxico zapatismo carlos_fuentes celso_emilio_ferreiro el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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