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2000/11/21 06:00:00 GMT+1

Republicanos adversativos

«No, si yo soy republicano. Pero...».

Mi bueno amigo Gervasio Guzmán, como muchos otros españoles -eso dicen al menos las encuestas-, forma parte del bando de los republicanos adversativos. Se les distingue por su incapacidad para proclamar su presunta adscripción republicana sin añadir a continuación un «pero...».

En España se llevan mucho las convicciones adversativas. Recordemos, sin ir más lejos, los infinitos opositores adversativos a los GAL que han pululado por la vida política española durante los últimos años, todos diciendo a coro: «Desde luego que estoy en contra de los GAL, pero...».

Lo más característico del adversativo político es que su práctica concreta resulta siempre favorable al pero, y nunca a la convicción expresada inicialmente. Jamás vi a ninguno de los enemigos adversativos de los GAL acudir a una manifestación o firmar un manifiesto en contra del terrorismo de Estado. Como jamás me he topado con Gervasio en un acto republicano.

Molesto por mis críticas zumbonas, Gervasio contraataca: «Pero ¿qué sentido tiene ahora ponerse a defender la República?».

Cuando polemiza, mi amigo Guzmán recurre sistemáticamente a otra especialidad celtibérica: atribuir al adversario afirmaciones que no ha hecho para, a continuación, ponerlo de vuelta y media por ellas.

«Yo no he dicho que haya que hacer ninguna campaña a favor de la República, Gervasio», le respondo. «Pero si tú das la cara por la Monarquía, te contesto. Y te argumento que no me parece muy sensato que un pueblo admita que le decidan a partir de factores de sanguinidad masculina quién es su jefe de Estado. Y no te digo nada ya si encima lo hacen por generaciones alternas: el abuelo sí, el padre no, el nieto sí...».

Y le repito lo que he afirmado mil veces: que soy hostil a la Monarquía, pero no demasiado republicano. Como le oí decir en cierta ocasión a Arzalluz: «¿Para qué voy a defender que se instaure una República? Tal como están las cosas, su presidente sólo podría ser o del PSOE o del PP. No veo qué ganaría con ello».

Quizá el error estribe en dar por hecho que no hay más remedio que contar con una de esas dos formas de Estado: o Monarquía o República. ¿Por qué los estados han de tener obligatoriamente un único jefe? Tanto en las monarquías como en las repúblicas no presidencialistas, el jefe del Estado cuenta con funciones de escasísima utilidad práctica, de las que cabría prescindir sin que apenas se notara, salvo en la cuenta de gastos. Siempre me han fascinado los países como Canadá, Australia o Nueva Zelanda que, como miembros de la Commonwealth, tienen formalmente a la Reina de Inglaterra por cabeza del Estado. Pero como la Reina de Inglaterra es lo suficientemente sensata como para no meter sus narices en los asuntos de esos países -y sus gobernadores representantes lo mismo-, de hecho carecen de jefe de Estado. Y no parece que les vaya nada mal así.

Ahora que tanto se habla de políticas de austeridad, ¿por qué no plantearse ésa?

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (21 de noviembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de noviembre de 2009.

El recuerdo de hoy lo hemos recuperado de un blog de nombre precioso: Un mundo mejor para los caracoles. No le va a la zaga el título del apunte, ni su contenido: ¿Qué no arreglará la paella de mi madre? Gracias, Nata.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/11/21 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: 2000 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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