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1997/12/13 07:00:00 GMT+1

Publicidad peligrosa

Riiiing, riiiing... ¿Suena el teléfono? Sí, pero no el mío, sino el del anuncio de la radio. Pero, para cuando me doy cuenta de que el timbrecito sólo era una artimaña publicitaria, ya he apagado el fuego en el que estaba friendo mi consabido filetón de buey. Qué gracia tan simpática.

Aseguran las organizaciones de consumidores que se preocupan mucho por la publicidad engañosa. Mentira podrida. La emprenden únicamente contra los anunciantes que pretenden que su producto hace maravillas, rejuvenece, adelgaza, te ahorra la mitad del combustible y además te enseña inglés en un abrir y cerrar de ojos. Esa publicidad es de una pesadez absoluta, sin duda, pero engañar, a mí lo que es no me engaña lo más mínimo: hace ya años que sé que los milagros escasean. Y, en todo caso, no se venden. La publicidad realmente engañosa y dañina es ésa en la que ponen sonidos que se supone que están para avisarnos de algo.

Acabas de meterte en la bañera para disfrutar de un baño la mar de reparador y relajante... y, zas, estupendo: suena el timbre de la puerta. Dices unas cuantas frases no del todo biensonantes, sales chorreando y, cuando te estás enfundando el batín, descubres que no ha llamado nadie: que has sido víctima de la acción combinada de un anunciante sin escrúpulos y de la gran calidad de sonido de la FM digital.

Hay anuncios que, no contentos con incordiarte, hacen lo posible también por poner en peligro tu vida. Ejemplo. Vuelves de Burgos a Madrid un sábado por la mañana. No hay ni dios en la carretera. Avanzas a buen ritmo, absorto en tus pensamientos, aunque atento al suelo, por el aquel de las placas de hielo. Y, de repente, el chirrido de un frenazo y el pitido desaforado de una bocina. Te da un vuelco el corazón: ¿qué diablos...? «Frenos Pérez. Con Pérez, su vida a salvo», te suelta la radio. Con que a salvo, ¿eh? Pues el tal Pérez casi consigue que tu instinto se dispare y pegues un volantazo, patinando sobre el hielo. El canalla de Pérez.

Hace unos días, un conductor barcelonés perdió el control de su coche y saltó a la acera, arrollando a tres niñas, una de las cuales murió. El conductor alegó que le había distraído un anuncio de ropa interior femenina. La noticia iba acompañada de una reproducción del anuncio. La verdad, aunque nada pueda justificar el despiste descomunal del conductor, tampoco me parece muy prudente poner espectáculos como ése en la vía pública. Los heterosexuales y las lesbianas no somos de piedra.

En el Parlamento se pasan el día legislando absurdeces, de espaldas al pueblo, que diría Doña María. ¿Por qué no se preocupan del hombre de la calle -de la calle que está justo al final de ésta, a la izquierda, o sea, de la mía- y hacen una ley contra la publicidad que se sirve de frenazos, bocinas, teléfonos y timbres de puerta y que te pone la lencería fina delante del volante?

Contribuirían, ya que no al Estado del Bienestar, por lo menos al mejor estar de nuestro estado.

Javier Ortiz. El Mundo (13 de diciembre de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de diciembre de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/12/13 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: publicidad jor miscelánea el_mundo 1997 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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