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1997/11/01 07:00:00 GMT+1

Pradera

No tengo nada en contra de que Javier Pradera me llame «matón de papel». Entre otras cosas, porque no tengo la menor idea de qué puede ser un matón de papel.

Tampoco me preocupa ni poco ni mucho que considere (vean El País del pasado miércoles, o fíense de mí, si les pilla a trasmano) que formo parte de un grupo de «libelistas con vocación de ilustrados dieciochescos, pero igualados en su falta de talento con otros rufianes de la ultraderecha periodística». Es un criterio. Yo no lo suscribiría, desde luego. Pero, si él se queda más a gusto soltando lindezas barrocas, que por mí no se prive.

Lo que me desagrada francamente, a cambio, es que se meta con diversos columnistas de la competencia -yo incluido- para sacar la cara por su patrón.

Antes eso estaba mal visto. Si un articulista se lanzaba con ferocidad tipo Pradera a repartir mandobles haciendo de valedor y paladín de su patrón, el resto del gremio lo catalogaba como pelotillero, sin más.

Antes el periodismo era otra cosa.

A mí, que soy un periodista de los de antes, del género libelista dieciochesco, no me parece bien que los columnistas hagan la rosca a su patrón. Incluso en el poco probable caso de que su patrón tenga razón. Porque tal vez la tenga en eso, pero seguro que no la tiene en otros asuntos, y tampoco es cosa de compensar los artículos de loas y pleitesías con otros que lo pongan a caer de un burro. Así que, cuando el boss tiene pendencias empresariales, lo mejor que puede hacer uno, en mi criterio, es mantenerse en un discreto segundo plano. Y si el jefe quiere defenderse -que seguro que quiere-, que se las componga.

Ahora, en cambio, hay montones de periodistas, algunos incluso presuntamente de izquierdas -no me refiero a Pradera, que ya sé que está con el alto mando del Atlántico Norte-, que se lanzan con toda alegría a hacer elegías al baranda de su empresa, que firman encendidos manifiestos en pro de los negocios del quídam y que se cuelgan del teléfono día sí día también recabando firmas de solidaridad con él. Que ejercen de lameculos, por decirlo abreviadamente. Y tan campantes.

El efecto es tristísimo. Por ejemplo: yo no sé si Pradera me (nos) insulta porque realmente le parecen aberrantes mis (nuestras) críticas a la resolución que ha tomado el juez Ismael Moreno en beneficio de su jefe o si lo hace más bien porque quiere que su patrón confirme que puede contar con él para todo, incondicionalmente. Y ahí está lo malo: no en que yo no lo sepa, sino en que es imposible saberlo.

Nunca he escrito que Sogecable haya violado el Código Penal haciendo mal uso de las fianzas de Canal Plus. No lo tengo claro. Y para disentir de Polanco, con lo que tengo claro me basta y me sobra. Tampoco he salido nunca en defensa de Vía Digital. Esas peleas de sacaperras no van conmigo.

Pero sí van con Pradera, porque a Pradera le va todo lo que vaya con su patrón. ¡La cantidad de dinero que podría ahorrarse Polanco si supiera escribir!

Javier Ortiz. El Mundo (1 de noviembre de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de noviembre de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/11/01 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: periodismo el_mundo 1997 polanco el_país javier_pradera preantología columnismo prisa | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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