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2006/05/31 07:00:00 GMT+2

«¿Por qué, Señor?»

Me ha sorprendido el escaso eco opinante que han tenido por aquí las dos preguntas que el Papa alemán dirigió al Altísimo el pasado domingo desde los restos del campo de exterminio de Auschwitz - Birkenau, rememorando los horrores allí vividos: «¿Por qué, Señor, permaneciste callado? ¿Cómo pudiste tolerar todo esto?»

Son preguntas que tienen diversas respuestas.

La primera, la más cruel, aunque merecida: es posible que el Señor recibiera mala información de su principal representante en la Tierra. Benedicto XVI no ignora que quienes por entonces regían los destinos de la Iglesia católica, empezando por su propio antecesor, no se caracterizaron precisamente por su firmeza frente al nazismo. Tengo colgada en la pared de mi estudio una fotografía en la que se ve a varios obispos españoles de los tiempos de nuestra Guerra Civil, mezclados con altos mandos del Ejército de Franco, haciendo el saludo fascista. Me parece poco probable que sus plegarias incluyeran muchas peticiones de intervención divina contra el III Reich.

Pero, sarcasmos aparte, vale la pena reflexionar también sobre los aspectos más teológicos de la pregunta clave del Papa: ¿por qué no intervino Dios para impedir que se produjeran los crímenes nazis? En realidad, la cuestión es forzosamente más amplia, porque no creo que a Benedicto XVI le angustien los campos nazis de exterminio, pero le den igual las demás muestras de barbarie humana a gran escala (los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, por ejemplo). ¿Por qué Dios no impide tales desastres?

Los especialistas en estos asuntos alegan que Dios tiene por norma no intervenir en las acciones de los humanos, a los que deja a su libre albedrío.

Se trata de una respuesta con mucha tradición, pero falta de lógica. No me refiero a la lógica que es la mía, en la que lo sobrenatural no tiene papel alguno, sino a la lógica interna de las propias creencias que representa Benedicto XVI. Porque, si la voluntad divina de no interferir en la Historia de los humanos fuera tan firme, ¿para qué vino Jesucristo al mundo? Aquél fue, sin sombra de duda, un acto de total injerencia en el devenir de la Humanidad, bien es cierto que realizado en una época no muy adecuada (de hacerlo ahora, con la fuerza que tienen los medios de comunicación, sería muy otra cosa).

Item más, y por las mismas: los milagros, tan caros a la Iglesia católica, ¿qué son, según ella misma, sino alteraciones que la divinidad fuerza en el devenir autónomo de personas y cosas?

Con lo que la pregunta vuelve a sus orígenes: ¿por qué Dios se aviene a intervenir para remediar lo menor (males que afectan a pocas personas) pero se retrae ante lo mayor (matanzas, hambrunas, guerras, dictaduras)?

Es natural que Benedicto XVI se muestre perplejo. Yo, de ser creyente, me sentiría igual.

Javier Ortiz. El Mundo (31 de mayo de 2006). Hay también un apunte de parecido título: «¿Por qué, Señor, permaneciste callado?»

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/05/31 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: el_mundo guerra benedicto_xvi 2006 vaticano iglesia nazismo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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