Inicio | Textos de Ortiz | Voces amigas

2001/03/12 06:00:00 GMT+1

¡Por fin un árbitro arbitrario!

Hablaba ayer por la mañana de los arbitrajes futbolísticos influidos por el poder. No sabía lo que me iba a deparar la tarde.

Empecé viendo el Real Madrid- Real Sociedad. Por televisión, claro. Llevaban jugando -llevaba el Real Madrid jugando, para ser exactos- un cuarto de hora, cuando decidí olvidarme de semejante bodrio. Me dije: «Esto acaba 8-0, y sin fútbol». Parece que acabó 4-0. En lo que no podía equivocarme era en lo del 0. Un equipo que nunca tira contra la portería contraria sólo puede anotar goles si cuenta con espías en el conjunto contrario que marquen los tantos en su propia meta.

Pero el presupuesto de la Real no da para espías. Al parecer, no da prácticamente para nada.

Hastiado de la Real, me pasé al Alavés-Rayo Vallecano. ¡Sublime decisión! Asistí al espectáculo más cómico que haya contemplado en los últimos años. ¡Dios mío, qué árbitro! ¡Qué tío más genial! Como dicen en mi pueblo pateando el diccionario: «¡Lo que me pude reír!». Éste no estaba ni comprado ni vendido, ni influido ni prejuiciado, ni obcecado ni acobardado: estaba, directamente, como una regadera. Pitaba lo que se le ponía, con independencia de lo que estuvieran haciendo los jugadores. Cada dos minutos sacaba una tarjeta, y si alguien había hecho algo parecido a una falta, se la enseñaba a él, y si no, a cualquier otro. No sé si quedó algún jugador sin su correspondiente tarjeta. Nada sectario: fue de lo más democrático en materia de sanciones. Incluso pensé en la posibilidad de que se enseñara tarjeta roja a sí mismo.

La gente que va a los campos de fútbol funciona a piñón fijo. Quiere ver fútbol. No aprecia las variaciones revolucionarias de escenario y de guión. Por eso el público de Mendizorroza se enfadó, en lugar de aplaudir entusiasmado el espectáculo.

También los jugadores se enfadaron. Los de los dos equipos. De hecho, se pusieron de acuerdo para no atizar más el fuego, para que aquello no acabara con muertos y heridos. Dejaron de pegarse entre sí y optaron por coordinarse para aplacar al árbitro, que constituía el principal peligro. A veces se dice: «Los jugadores no ayudaron al árbitro». En este caso hay que decir que menos mal que no le ayudaron: de hacerlo, aquello se convierte en un holocausto.

¿Estaba borracho, drogado, idiotizado, enfadado con la vida? No lo sé. Me da igual. Me proporcionó un espectáculo insólito, y con eso me basta.

Luego estuvo el arbitraje del Barça-Mallorca. Allí parece que el árbitro hizo la puñeta a los de Aragonés. Bah, sin ningún interés: eso es lo de siempre. Inclinándose del lado del fuerte.

Lo de Vitoria sí que fue diferente. Sublime. Puro dadá.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (12 de marzo de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/03/12 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: real_sociedad diario 2001 fútbol | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

Comentar





Por favor responde a esta pregunta para añadir tu comentario
Color del caballo blanco de Santiago? (todo en minúsculas)