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2001/07/28 06:00:00 GMT+2

Pólvora mediterránea

Comentábamos ayer unos cuantos amigos, mientras dábamos cuenta en Dènia de un excelente arroz a banda a la orilla del mar, qué peculiar sentido de la vida -cualquier cosa menos trágico- tienen los pueblos mediterráneos y, muy especialmente, el valenciano. Dos de los presentes, uno de Tabernes de Valldigna y el otro de Elda, ilustraban la conversación con ejemplos chuscos tomados de la vida real. Apuntaba yo el sentimiento contradictorio que me produce el modo de ser más común de la gente de esta tierra. La mayor parte de las veces me encanta su capacidad para no tomarse nunca las cosas demasiado en serio, pero en algunas ocasiones me excede y echo de menos un poco de seriedad.

Una de las manifestaciones colectivas que me mueven a esa reacción ambivalente son las fiestas populares. Tengo comprobado desde hace muchos años hasta qué punto los valencianos y alicantinos -Castelló me lo he trabajado menos- son maestros en el arte de los festejos locales. Los desfiles de moros y cristianos, en particular, son de una belleza y de una comicidad fantásticas. Me encantan. Y las bandas. Para mí que en estos pueblos todo el mundo sabe tocar algún instrumento.

Pero disfruto ya bastante menos con su afición por la pólvora, que cobra caracteres de auténtica manía patológica.

Hace cuatro o cinco años, tal noche como la de ayer bajé a La Vila Joiosa para asistir a su célebre desembarco. La cosa consiste en que al amanecer llegan los barcos de los falsos moros hasta la playa, donde les esperan los falsos cristianos dispuestos a impedir que pisen tierra. La pelea es risible, porque los falsos moros llegan con tales melopeas que no aciertan ni siquiera a dirigir las barcas hacia la orilla, lo cual por otro lado da lo mismo, porque los seudocristianos tampoco los aguardan en estado etílico mucho más propicio. Hasta ahí, todo bastante divertido. Pero el problema es que tanto los unos como los otros no paran de disparar salvas y quemar tracas y petardos. Hacen un ruido realmente ensordecedor, que además es interminable. Los oídos me zumbaron ya durante todo el día. «¡Pero es que, además, esto tiene que ser peligroso!», le comenté a un vecino. «Sí, sí que lo es», me respondió con una sonrisa beatífica. Acabo de escuchar que ayer hubo 27 heridos en las fiestas de La Vila, y que varios de ellos se encuentran muy graves. Supongo que tenía que ocurrir algo así antes o después.

Dentro de un par de semanas será la Nit de l'Albà en Elx. Fui allí hace cosa de 15 años. Por la tarde vi el Misteri: qué espectáculo más extraordinario, tan ingenuo en su parte teatral como estremecedor en lo musical. Pero llegó la noche, con su desbordamiento de pólvora y el uso masivo de las malhadadas carretillas, que son unos petardos de explosión múltiple que se desplazan vertiginosamente a ras de suelo, cambiando de rumbo cada dos por tres de manera imprevisible. Hubo momentos en los que sentí auténtico terror. Aquella noche hubo en Elx dos muertos e incontables heridos. De veras que no lo entiendo.

Pero el caso es que son así y, como suele decir un amigo mío, «el lote se vende entero». Qué se le va a hacer. Me lo quedo.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (28 de julio de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/07/28 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: diario 2001 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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