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1997/11/22 07:00:00 GMT+1

Perversos y perdedores

Llevo media vida -qué digo media: tres cuartos- repitiendo la misma tesis, destinada a remediar así sea un poco del mal causado por la pésima ocurrencia de mi paisano Iñigo de Loyola: el fin no justifica los medios.

Con el tiempo he comprendido que la reflexión tiene no poco de escolástica, porque lo más normal es que los fines que persiguen los que se sirven de medios inmorales sean también muy poco de fiar. Y aún menos de fiar ellos mismos.

El caso de los GAL puede muy bien tomarse por paradigmático, como se dice en el lenguaje cursi de ahora: esa gente no mató para defender el Estado de Derecho, sino para encumbrarse y mejor vaciar las arcas del Estado.

Pero, más allá -o más acá, vaya usted a saber- de esta observación empírica, el principal error que he descubierto en mi rollo moralizante es que apela a la dignidad espiritual de las personas. Y eso, en esta sociedad nuestra, tan utilitarista, no suscita precisamente adhesiones inquebrantables. La gente te oye, te da luego una palmadita en la espalda y sigue como si tal cosa.

Dándole vueltas a este problema, he decidido afrontar la cuestión desde un ángulo diferente: voy a argumentar que la utilización de métodos execrables no solamente envilece la causa que con ellos se defiende, sino que, además -y aquí viene la novedad de mi planteamiento-, es con frecuencia muy poco útil, cuando no directamente perjudicial.

Les pondré un ejemplo: durante la Guerra de Vietnam, el Gobierno norteamericano decidió que no se iba a andar con mandangas y que, dijera la Convención de Ginebra lo que dijera, él iba a arrojar todo el napalm que le viniera en gana, y que no se iba a cortar un pelo a la hora de tirar bombas sobre la población civil, etc. ¿Resultado? Consiguió soliviantar a buena parte de la propia ciudadanía de los EE.UU., creando una nutrida quinta columna, lo que le llevó a perder la batalla más decisiva: la interna. Conclusión: el uso de medios abyectos arruinó el fin perseguido.

Podría poner otros ejemplos. La tira de ellos.

No sostengo que servirse de métodos repulsivos conduzca a la derrota de modo inevitable. Ojalá fuera así. Lo que sostengo es que no garantiza el éxito, ni mucho menos. Y que a veces lo impide.

Volvamos al ejemplo de los GAL, mucho más próximo en todos los sentidos. ¿De qué les ha valido disparar con munición VHS contra este periódico? Al final -paradojas de la vida-, han sido ellos quienes han quedado con el culo al aire. Y a fe que resulta grotesco. Porque se puede quedar como fracasado noble, y hasta quedar como bellaco triunfador -que en ambos casos siempre habrá quien considere que lo uno compensa lo otro-, pero quedar como bellaco fracasado no es precisamente un ideal de vida.

Lo digo para que se lo piensen éstos de los GAL, antes de poner en práctica la siguiente maldad que hayan urdido. Porque seguro que ya están en ello.

Javier Ortiz. El Mundo (22 de noviembre de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 24 de noviembre de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/11/22 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: gal vietnam pedro_j_ramírez el_mundo 1997 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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