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2000/12/01 06:00:00 GMT+1

Otro con el síndrome

La amarga queja sale de los labios de un alto cargo del PP: «Me parece que le interesan ya más los problemas del Oriente Medio que los de aquí».

Se refiere, por supuesto, a José María Aznar.

Como González en tiempos, Aznar ha entrado ya en esa fase en la que se considera no ya sólo «un estadista», sino un estadista «de talla internacional». El escenario de sus reflexiones ha pasado a ser el universo mundo. Cuando cavila, su mente vuela a Jerusalén, a Chechenia, a Colombia, al África Central, a los Balcanes. A Bruselas, lo más cerca. ¿No es irritante que una personalidad como él, que tiene por interlocutores a Clinton, a Barak, a Putin, a Arafat y al amigo Tony, deba rebajarse a la consideración de pequeñas minucias locales, como esa tontería de las vacas locas o esa otra del gasóleo de calefacción? Camina por la vida convencido de que su lugar ya no está en los jardines de La Moncloa, sino en los libros de la Historia.

El González presidente era un gran hablador, pero sus próximos sabían bien que, en realidad, no soltaba prenda sobre casi nada. Jamás sabían a qué atenerse con él. Aznar está en las mismas, pero sin cháchara. Reservado de siempre, el aire frío de las cumbres lo han convertido en pétrea estatua. Dicen los relatos mitológicos que la efigie de la diosa Fortuna, en el templo de Ancio, sólo respondía a los demandantes con un movimiento de cabeza o un leve gesto. Era un prodigio de la comunicación, al lado de nuestro actual presidente.

Como la diosa Fortuna, él también se representa con el cuerno de la abundancia en ristre. Se tiene por el artífice de la relativa prosperidad de los últimos años y lleva fatal que se le falte a la gratitud debida, sea apuntando que sus méritos han sido sólo relativos, sea señalando que el barco que supuestamente navegaba viento en popa empieza a hacer agua por varias vías.

Volvemos a toparnos con el ya viejo síndrome de La Moncloa. La expresión se inventó para Suárez, pero fue González quien la llevó a la cima. Ahora Aznar sigue sus pasos.

No es una enfermedad que surja por generación espontánea. Se incuba en el enrarecido ambiente de ese palacio. Si todo lo que dice el patrón va a misa, si sus deseos son órdenes, si sus reflexiones son axiomas, si sus gustos son el gusto y sus gracias inevitablemente desternillantes, si es el que mejor juega al mus, al billar o al pádel... y si es eso lo que ve durante años, y nunca otra cosa, salvo las que proceden de los rencorosos y los perdedores que habitan extra muros... entonces el endiosamiento tiene vía libre.

La situación no es todavía del dominio público pero, de seguir las cosas así, no tardará en serlo. El equipo gubernamental integra un Gobierno, sin duda, pero ya no es un equipo. El jefe no marca directrices: se limita a dar órdenes. Y su ejemplo es contagioso: cada vez son más los que recurren al ordeno y mando, al porque sí y al déjate de bobadas y hazlo. Cada ministro va a lo suyo, tratando de labrarse el porvenir menos ingrato que le quepa.

Porque tienen la oposición que tienen -o que no tienen-, que si no...

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (1 de diciembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 13 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2000/12/01 06:00:00 GMT+1
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