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2002/07/03 06:00:00 GMT+2

Más sobre despilfarros aparentes

Sigo con la reflexión de ayer. Hay gastos que, en efecto, considerados de modo superficial, tienen toda la traza de despilfarros absurdos, pero que, si los examinamos más a fondo, comprendemos que no lo son.

Tomemos por ejemplo los cursos de las Universidades de Verano.

Yo no digo que todos ellos, sin excepción, sean perfectamente prescindibles. No descarto que alguno tenga cierta utilidad académica, aunque mi observación personal no me anime demasiado a abrir ese margen de confianza.

De lo que estoy seguro, en todo caso, es de que la mayoría están organizados por gente alérgica al rigor presupuestario: conferencias a las que no acuden más que los alumnos becados -y en ocasiones ni ellos-, gente que se pasa cuatro, cinco días y hasta una semana entera -acompañada de sus familia, si se tercia- viviendo a cuerpo de rey en un hotel de lujo para luego medio improvisar una charla en la que repite lo que ya le hemos oído o leído docenas de veces, o para acabar presentando una breve comunicación de 10 minutos...

Eso cuando el que habla sabe de qué habla. Porque ni siquiera eso es obligatorio. A mí hubo una vez que me invitaron a participar en un curso titulado algo así como Perspectivas de Desarrollo de la Europa Comunitaria. Pregunté qué les hacía suponer que yo era experto en esa materia (porque, desde luego, no lo soy). Me respondieron contándome que el curso era... un auténtico chollo. Colgué el teléfono lo más educadamente que pude. Era evidente que me invitaban para hacerme un favor, con la indisimulada esperanza de cobrárselo algún día, mejor pronto que tarde.

Porque ése es un aspecto esencial de muchos cursos de las Universidades de Verano: sirven para que algunos se dediquen a repartir caras atenciones (pagadas con dinero ajeno, claro está) para rentabilizarlas en beneficio propio un poco antes o algo después.

Alguna vez, en tiempos, ingenuo de mí, acepté participar en tal o cual curso, viéndolo interesante sobre el papel. Pero, salvo una honrosísima excepción, salí siempre no sólo decepcionado, sino hasta los mismísimos. No acaba de resultar muy gracioso presentarse con una ponencia cuidadosamente trabajada y escrita y comprobar que los demás ponentes se han llegado hasta allí con las manos en los bolsillos, a parlotear un rato, echar un sueño y cobrar.

Vuelvo al comienzo. Quienquiera que examine todo este tejemaneje con criterios de racionalidad abstracta, clamará escandalizado que es un despilfarro sin sentido. Pero si uno conoce cómo funciona la maquinaria que permite que la clase política, la intelectualidad y el poder económico trabajen amablemente coordinados, sabe que estas cosas son necesarias.

Sirven para lubricar los engranajes. Para que engarcen sin que chirríen.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (3 de julio de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de junio de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2002/07/03 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: 2002 diario | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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