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1998/06/03 07:00:00 GMT+2

Manolo el del bombo

España habrá sido recibida en la cosa del euro, Aznar se habrá hecho amigo de Blair, el secretario general de la OTAN será un español, otro estará en la Presidencia del Parlamento Europeo, el AVE volará entre Sevilla y Madrid en un periquete, millón y pico de hogares españoles estarán conectados con internet: sí, de acuerdo. Pero nada de eso es realmente definitivo de la realidad profunda de nuestro momento histórico. No del todo, al menos.

Porque está también Manolo el del bombo.

El euro no es españolísimo. Las amistades de Aznar no son españolísimas. El AVE -visto sin pago y cobro de comisiones- tampoco es españolísimo. Internet, menos todavía. Manolo el del bombo, en cambio, sí es españolísimo. Y ahí está la cosa.

Manolo el del bombo es españolísimo y, como todo lo españolísimo, inexplicable.

Lo ví de nuevo el pasado domingo. Se había ido a Bucarest, el hombre, con su españolísima boina de rabo descomunal, su españolísima camiseta y su españolísimo bombo, a animar a la escasa hinchada patria que trataba -ella a su vez- de animar a la selección sub-21 de fútbol, que jugaba la final de la Copa de Europa de la categoría con sus coetáneos griegos.

Como el partido era de un aburrimiento total, de esos que ahora llaman técnicos, el pensamiento se me derivó hacia el misterio existencial de Manolo el del bombo.

¿Por qué se comporta ese señor de un modo tan raro?

Explicación superficial: porque le pagan. Falso. Cuando empezó a hacerlo no le pagaba nadie. Lo hacía gratis et amore. Así que no es el dinero lo que justifica su entrega en cuerpo y alma a la causa del bombo. Por lo demás, dudo de que ahora le paguen mucho más de lo necesario para viajar (con el bombo, insisto), costearse el hotel y la entrada al campo.

¿Entonces? Otra hipótesis: ¿será que le mueve el fanatismo futbolero? Tampoco esta explicación me parece totalmente convincente. Me fijé: el hombre se pasa más de la mitad del tiempo de espaldas al terreno de juego, vuelto hacia sus circunstanciales huestes, jaleándolas como un poseso. O sea, que apenas ve el partido. Un fanático del fútbol no se va hasta Bucarest para luego no poner casi la vista en el juego.

Vuelvo al comienzo: la opción existencial de Manolo el del bombo es un misterio. Por eso hay que elevarla a la categoría de españolísima: todo lo españolísimo es recóndito, enigmático, indescifrable.

Como el empeño de Barrionuevo -digo, por seguir en la actualidad- en proteger a un individuo que le ha dejado tirado como una colilla. Pepe el del GAL, en su silencio, y Manolo el del bombo, en su estruendo, forman parte esencial del alma profunda de este país. Ese alma que otro Manolo supo sintetizar con fina inteligencia hace treinta años en un escueto lema: España es diferente.

Javier Ortiz. El Mundo (3 de junio de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 10 de junio de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/06/03 07:00:00 GMT+2
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