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1998/03/25 07:00:00 GMT+2

Lo hacen, pero no lo saben

Se dice que hay ocasiones en que los árboles no nos dejan ver el bosque.

Es un planteamiento equívoco.

En realidad, todo depende de la distancia. Si estamos a un kilómetro del bosque, no vemos ningún árbol con el suficiente detalle como para tratar específicamente sobre él. Y si nos acercamos hasta ponernos junto a un árbol concreto, entonces es el conjunto del bosque, su ser total, el que se nos escapa.

En suma: lo determinante es el punto de vista. El lugar desde el que se mira.

La ventaja que tenemos los humanos en materia de bosques estriba en que podemos cambiar de posición, alternando los puntos de vista. Nos es posible cruzar las informaciones obtenidas desde la lejanía y las adquiridas de cerca.

Poco importaría que los árboles estuvieran dotados de raciocinio. Anclado en un lugar, atado por sus raíces, ningún árbol podría saber nunca qué es el bosque. A lo sumo, le sería dado imaginarlo. Nunca conocerlo. Porque, para conocer lo que es un bosque, como totalidad, hace falta distanciarse, observarlo desde fuera.

Tal los árboles, tal los hombres. Sólo los desarraigados, los sin tierra, podemos adentrarnos en esos bosques que son los pueblos, examinar de cerca su rica variedad tanto en flora como en fauna, sin perder por ello la capacidad de alejarnos y mirarlos desde fuera, ajenos.

Insisto en el inicio: no es cosa de inteligencia, ni de perspicacia, sino de posición.

Periférico desarraigado, observo desde este bosque de cemento madileño, en el que no faltan ni los elegantes tilos ni los rotundos alcornoques, cómo se juzga a los nacionalistas periféricos. La mayor parte de los opinantes se proclaman hostiles a todos los nacionalismos. Como si fueran antinacionalistas. No se dan cuenta de que eso que ellos toman como el orden natural de las cosas -el orden que impera en el lugar del bosque donde tienen echadas sus raíces- no es sino localismo español, es decir, otra variedad de nacionalismo.

No es una peculiaridad española, sino signo característico de todos los que se sienten parte de una nación identificada con un Estado. Al periodista francés nada le parece más natural que averiguar si en el accidente aéreo de Lejanilandia hay alguna víctima de su país. Porque, de ser así, destacará la noticia; y si no, será un breve. El miembro del Departamento de Estado de Avanti!, de Wilder, se considera un gran cosmopolita: «Entiendo que en otros países no hablen inglés. Pero, ¿por qué no hablan todos, por lo menos, el mismo idioma?». Hace nada, España entera fue un clamor contra la barbarie del comisario Fischler. A las agencias de prensa extranjeras, en cambio, el asunto no les inspiró ni una triste línea.

Los nacionalistas sin Estado se comportan como nacionalistas, y lo saben. Los nacionalistas de los Estados-Nación actúan exactamente igual. Pero no lo saben.

Javier Ortiz. El Mundo (25 de marzo de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de marzo de 2013.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1998/03/25 07:00:00 GMT+2
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