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2004/02/07 07:00:00 GMT+1

Las preteridas de los prelados

La Conferencia Episcopal española hizo público el pasado lunes un directorio -un manual de instrucciones, que diríamos ahora- sobre los males que sufre, en su criterio, la institución familiar. Y sobre cómo combatirlos, claro.

Es un documento verdaderamente admirable. Por varias razones.

En primer lugar, es llamativa la insistencia con la que los prelados denostan una cosa que llaman «la revolución sexual». Los autores del directorio se refieren al asunto como si se tratara de algo de lo que todos y todas tuviéramos sobrada constancia y que, por lo tanto, fuera ocioso identificar. No haré chistes fáciles referentes a las respectivas experiencias que los obispos y yo podemos tener en este apartado de la humana actividad, pero puedo jurarles y les juro que, a mis 56 años de existencia, estoy por ver nada que se parezca a una revolución sexual. Créanme: todo lo que he contemplado al respecto es más viejo que mear contra la pared.

En realidad, si algo merece ser subrayado con grueso trazo en el libro de la Historia es la formidable capacidad que presenta la institución familiar para pervivir bajo las más variadas formas. Los obispos se refieren con obvio desagrado a los y las homosexuales (a quienes se proclaman tales, en vez de ocultarlo cual feo hábito bajo su impoluto hábito talar). ¿No se han preguntado nunca por qué las parejas de semejante sexo -que no del mismo: eso es imposible- se empeñan en casarse? ¿No se dan cuenta de que ahí está la prueba más rotunda de la vitalidad de la familia como esquema de organización de los individuos?

El único atisbo de reforma que se ha producido en las últimas décadas en las relaciones sexo-afectivas entre las personas -y digo reforma, que no revolución- es el empeño prometeico que han puesto algunas mujeres por pintar algo en la línea de mando de la existencia diaria. No han conseguido demasiado, como muy bien pueden comprobar los señores obispos con sólo mirar en los despachos de su propio negocio. Pero están en ello.

¿Es tal vez eso lo que les parece mal, preocupante, peligroso? ¿Piensan acaso que es ese esfuerzo libertario femenino el culpable de que algunos hombres se dediquen a poner a las mujeres «en su sitio» apelando a la indiscutible superior fuerza bruta de los brutos?

El mando eclesial ha convivido durante siglos y sin demasiada incomodidad aparente con la dictadura patriarcal. No está tan lejano el tiempo en el que la Iglesia mostraba su pastoral comprensión para con los maridos que se creían obligados a lavar en sangre su honor mancillado por la mala pécora de turno.

Alegan ahora que ya se han autocriticado por ello. Pero, qué curioso: siempre critican cuando la crítica tiene efectos prácticos, y se autocritican cuando ya no sirve para nada. ¿Qué tal si redactan un directorio sobre su portentoso sentido de la oportunidad?

Javier Ortiz. El Mundo (7 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 18 de abril de 2018.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2004/02/07 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: feminismo el_mundo homosexualidad 2004 familia iglesia | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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