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2006/02/09 07:00:00 GMT+1

La realidad, sin caricaturas

En las reacciones que alimentan la ya famosa crisis de las caricaturas aparecen mezclados asuntos que no admiten un tratamiento común. En particular, conviene evaluar por separado cuanto tiene que ver con la publicación de las polémicas viñetas y el debate sobre las libertades que eso ha suscitado, de un lado, y, del otro, todo lo referente a las violentas reacciones que la publicación de las caricaturas en cuestión ha provocado en algunos puntos del mundo islámico.

Empezaré por esto último subrayando –no suele hacerse– que las manifestaciones de santa ira que han tenido lugar aquí y allá han sido extremadamente minoritarias: varios cientos o unos pocos miles de personas en ciudades donde los seguidores del islam se cuentan por cientos de miles, cuando no por millones. El más que escaso poder de convocatoria de los elementos islamistas fanatizados es prueba fehaciente de lo poco representativos que son.

Es cierto que esas manifestaciones han entrañado la muerte violenta de unas cuantas personas. Pero, salvo un caso que aún está por clarificar, el resto las han producido las propias fuerzas policiales encargadas de reprimir los desmanes de los exaltados: unas fuerzas policiales que no saben poner coto a actos vandálicos sin hacer uso de sus armas de fuego.

Insisto en ello porque me parece importante que quede claro que más del 99,99% de los islamistas de todo el mundo se habrán quejado muy amargamente de la mala baba de las caricaturas danesas, pero no han secundado ninguna reacción violenta en contra.

Pasando al otro aspecto del asunto, diré a quienes se pronuncian como si estuviéramos ante una batalla por la libertad de expresión que lo que se está discutiendo –lo que algunos estamos discutiendo, al menos– no es sobre las posibles limitaciones al ejercicio de un derecho fundamental, sino sobre la existencia misma del derecho que en realidad pretenden ejercer, que no es otro que el derecho a difamar y a sembrar el odio entre los pueblos. No otra cosa supone pintar a Mahoma como apóstol del terrorismo, bomba en la cabeza y puñal en ristre. Y eso en una Dinamarca en la que rige un Gobierno tutelado por la extrema derecha y en la que la desconfianza hacia los inmigrantes se tiñe cada vez más de xenofobia.

¿Está amenazada la libertad de expresión en Europa? Lo está, y mucho. Muy en especial por algunos gobernantes y magnates de los mass-media que se presentan en esta campaña como campeones de la libre expresión de las opiniones.

También la amenazan, por supuesto, a su particular escala, los fanáticos religiosos que condenan a muerte a quienes les llevan la contraria.

El error estriba en pensar que para oponerse más rotundamente a éstos hay que ponerse del lado de los otros. Y no. Es perfectamente posible –y muy recomendable– no comulgar con ninguno.

Javier Ortiz. El Mundo (9 de febrero de 2006).

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2006/02/09 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: religión libertad_de_expresión tabúes 2006 dinamarca iglesia islam el_mundo | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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