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1997/09/06 07:00:00 GMT+2

La Prensa, ama y criada

La altiva Casa Real británica, al dictado de los diarios. La Reina, obligada a humillarse ante Diana. «Ah, la todopoderosa Prensa», dicen. ¡El cuarto poder, elevado a primero!

Recuerdo otro suceso quizá menos chirriante, pero aún más simbólico. La llamada Operación «Restaurar la Esperanza» de las Fuerzas Armadas de los EEUU en Somalia se puso en marcha justo a la hora del inicio de los grandes telediarios. Los marines estuvieron esperando, cual extras de cine, a que se les diera la orden: cámara, acción. ¡El ejército más temible de la tierra, obedeciendo a la TV! ¿No es la mejor muestra del imperio de los medios de comunicación?

Así parece deducirse. Pero no es verdad. O no del todo.

Es cierto que la Prensa tiene mucha fuerza. Puede precipitar guerras y lograr que se detengan, poner y derribar gobiernos, acabar con grandes prestigios y prestigiar perfectas mediocridades.... Pero no en cualquier circunstancia. Su poder es condicional. Sólo se vuelve operativo cuando apunta en la dirección conveniente: cuando acierta a responder a las apetencias -a veces latentes, imperceptibles- de grandes masas de la población. Entonces, sí. Cuando se sube a la marea popular, hasta es capaz de convertirla en maremoto.

La formación de esas mareas no es sencilla. Hoy en día, en las simplonas -pero complejísimas- sociedades de nuestro entorno, la aparición y el auge de los estados de opinión son el fruto de la confluencia de tantos factores -los propios medios de comunicación entre ellos, por supuesto- que a menudo resultan impredecibles. Lo cual contrasta -puede parecer contradictorio, pero no lo es- con la intensidad que esos estados de opinión son capaces de alcanzar en muy poco tiempo, como ha ocurrido ahora en Gran Bretaña tras la muerte de Lady Diana Spencer.

El periodismo amarillo -el de verdad amarillo: el que sigue las pautas de los diarios británicos de formato tabloide- se ha dedicado de siempre a olfatear las apetencias subterráneas de la población menos cultivada y a darles alimento, por no decir carnaza. Pero la Prensa llamada seria estaba educada en otro estilo: en el de quien cree que su deber es informar y proporcionar análisis, sin ceder a la demagogia.

Eso es lo que está cambiando. La frontera entre los dos tipos de periodismo tiende a borrarse, tal vez porque la incultura también se está democratizando. Los análisis no interesan: sólo el espectáculo. Los hechos no se estudian: se miran. Las televisiones han sido las primeras en atravesar esa frontera, y están encantadas haciendo caja. Los periódicos serios se resisten a subirse a ese tren, pero tampoco quieren perdérselo.

Es errónea la idea de una Prensa todopoderosa, capaz de manejar a las masas a su gusto. Las sociedades actuales son dóciles y conformistas, pero también tiránicas e insaciables. Engullen ansiosamente las noticias, pero no las digieren. Es como si también ellas tuvieran bulimia.

Javier Ortiz. El Mundo (6 de septiembre de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 26 de septiembre de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/09/06 07:00:00 GMT+2
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