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1992/08/30 07:00:00 GMT+2

La paz empalabrada

Tenía entendido que, a falta de mejores resultados, la Conferencia de Londres sobre el conflicto de la ex Yugoslavia había logrado dos objetivos fundamentales: primero, dejar claro que la «comunidad internacional» a saber, el consorcio de las grandes potencias occidentales- no está dispuesta a aceptar las conquistas territoriales obtenidas por la fuerza y; segundo, obligar a los contendientes a reunirse de inmediato en Ginebra para sentar las bases de una solución negociada. No habían transcurrido ni 24 horas y ya el copresidente del tinglado montado en Londres, el norteamericano Cyrus Vance, ponía ambos puntos en entredicho. Vance ha declarado que no cree que el jueves se vaya a reunir nadie en Ginebra. Es más, él duda de que esas conversaciones se celebren algún día. También dice que «es imposible no tener en cuenta las modificaciones que la guerra ha introducido en la realidad» y que la cantonalización del país no está decidida, pero es «una posibilidad abierta». Como quiera que la creación en Bosnia de un cantón serbio y otro croata sólo podría desembocar en su posterior integración en Serbia y Croacia, respectivamente, las palabras de Vance deben interpretarse como un modo de expresar en lenguaje diplomático -o sea, hipócrita- que admite la perspectiva de que se establezcan unas nuevas fronteras fruto del empleo de la fuerza. Justo lo contrario de lo que solemnemente se había proclamado pocas horas antes.

La Conferencia de Londres corre así el riesgo de pasar a la Historia como un perfecto monumento a la palabrería. Lo que ayer era «la paz apalabrada» puede quedarse en el mero disfraz retórico de un nuevo Munich: la paz empalabrada. Se entiende ahora por qué todos los líderes serbios se han vuelto para casa más contentos que unas Pascuas: su objetivo -la partición de Bosnia- empieza a tomar cuerpo.

Entretanto, la UEO ya ha concretado el despliegue que va a realizar, por encargo de la ONU, para proteger la «ayuda humanitaria». Los cinco mil soldados que acudirán a Bosnia tienen la orden expresa de no emplear la fuerza salvo para «responder a las agresiones». A las agresiones contra ellos, naturalmente; las que sufra la población civil bosnia no son cosa suya. Ahí tienen ustedes otra joya de la palabrería hipócrita: la «ayuda humanitaria» implica llevar alimentos a los bosnios, pero no proteger sus vidas. Los chetniks serbios seguirán matando, pero los cadáveres bosnios empezarán a estar de mucho mejor ver.

Es poco probable que, en esas condiciones, las milicias serbias vayan a molestar a los cascos azules. Pero no me extrañaría que fueran los bosnios los que acaben por disparar contra ellos. No sólo para forzar una intervención más amplia de la ONU. También para vengarse de la burla macabra que la maldita «comunidad internacional» está haciéndoles sufrir.

Javier Ortiz. El Mundo (30 de agosto de 1992). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de septiembre de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1992/08/30 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: guerra 1992 yugoslavia el_mundo balcanes | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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